363773652-Carlos-Garcia-Gual-Introduccion-a-la-mitologia-griega.pdf

Carlos García Gual Introducción a la mitología griega Religión y *** δ I . lejada tan to del re p erto rio d e m i

Views 178 Downloads 10 File size 4MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Citation preview

Carlos García Gual

Introducción a la mitología griega

Religión y

***

δ I

. lejada tan to del re p erto rio d e m itos

c o m o del m anu al d ; m itograf'ía, la presen te IN T R O ­ D U C C I Ó N A LA M IT O L O G ÍA G R IE G A pretende facilitar la aproxim ación a estos a n tigu o s relatos y ofrecer algunas reflexiones previas a su lectura o re­ lectura. P artiend o de un e stu d io d e su p eculiar tra d i­ ció n y tran sm isió n , y subrayan do la fu n ció n social y la p erv iv en tia d e la m ito lo g ía en su co n te x to h is tó ­ rico y en la cu ltu ra o ccid e n ta l, C A R L O S G A R C ÍA G U A I. e xa m in a, desde un a persp ectiva a la vez c r íti­ ca y d id á ctica, los tem as y figuras m ás rep resen tati­ v o s d e ese a m p lio re p erto rio n arrativo, rem em ora los rasgos esenciale.; de los dioses y h éroes grieg o s y, fin alm en te, an aliza las in terp retacio n es m ás s ig n ifi­ cativas q u e se han fo rm u la d o desde el in icio d e la E dad M o d ern a sobre ese co n g lo m e ra d o d e m itos.

E l lib r o d e b o ls illo H u m a n id a d e s Religión y m itología j

Carlos García Gual

Introducción a la mitología griega

El libro de bolsillo Religion y mitología Alianza Editorial

Humanidades

P rim era e d itio n en «Ei l.ih ro do Bolsillo»: 1992 C u a rta reim p resió n : 1998 P rim e ra ed ició n en «Arca d e co n o cim ien to : H u m an id ad es» : 1999 S eg u n d a reim p resió n : 2004

D iseñ o d e cub ierta: A lianza E d ito rial Ilu stració n : C o rreg g io . Z eus y ¡o. (d etalle) M u sco d e H isto ria d e l A rte. V icna

© C u rio s G a rd a C u al © A lianza E d ito rial, S. A., M a d rid , 1 9 9 2 ,1 9 9 3 ,1 9 9 4 ,1 9 9 5 ,1 9 9 » , 1999, 20 0 1 ,2 0 0 4 Calle Juan Ig n acio Luca d e T e n a , 15; 28027 M adrid ; teléfo n o 91 393 8 8 88 mvw.iilianzaeditorial.es ISBN: 8-1-206-3535-9 D ep ó sito legal: M . 10.140-2004 I'o to c o m p o sic ió n e im p resió n : pfca, s. a.

A m odo de prólogo

T an só lo unas cu a n ta s líneas p ara in d icar lo q u e este libro quiere ser y lo que no. Por lo p ro n to , indicaré de antem ano que no es ni p retende ser un rep erto rio m ítico ni un m anual de m itología. T am p o co una divagación literaria acerca de los atractivos de los m itos griegos y su proyección artística. No voy a rec o m en d a r esos relatos que se reco m ien d an a sí m ism os. Tan sólo p rete n d o facilitar la perspectiva de su es­ tudio y ofrecer algunas reflexiones previas a su lectura o re­ lectura. Som os ya sólo lectores descreídos de esos fascinantes rela­ tos. P enetram os en ese m undo im aginario de la mitología, un en tram ad o quim érico y fantasm agórico, a través d e los textos más o m enos clásicos, pero siem pre antiguos, y de algunas im ágenes del arte griego o rom ano. Λ través de los poetas y m itógrafos escucham os la lejana melodía. Incluso en otra len­ gua, en traducciones y en alusiones truncadas, percibim os su poesía y su extraordinaria seducción y, acaso, algo de la anti­ gua religiosidad ligada a los personajes divinos y heroicos que los an im an . Estas páginas son tan sólo una invitación a fre­ cu en tar esos antiguos relatos. Una introducción a ese m undo dram át ico y m em orable, basada en algunas reflexiones y m úl­ tiples lecturas. 7

A M O W ) Ι)Ι·, Ι'Κ Ο ΙΛ Κ ίΟ

Para osta visión do conjunto he utilizado num erosas pági­ nas de un librillo que p ubliqué hace años on Barcelona -e n un a editorial do cuyo nom bro no quiero ac o rd arm e- titulado La mitología. Interpretaciones del pensam iento mítico, y unos ap u n tes sobro las características d e los m itos griegos y sus gran d es figuras, dioses y héroes m ás conspicuos. Croo que am bas partes están bien ensam bladas y se ilustran m u tu a ­ m ente. (Por adelantado pido disculpas p o r si ha qued ad o en esas páginas alguna repetición inad vertida.) Q ueda así el libro conform ado en tres partes: sentidos del m ito, principales tem as y personajes de la m itología griega e in terp retaciones do osos m itos y osa m itología. C om o decía, estos apu n tes surgen de num erosas lecturas, y h e querido alu­ d ir a todas ellas. De ahí qu e ofrezca m uchas referencias p u n ­ tuales a libros y artículos. lisas referencias no tienen nunca un p ro p ó sito erudito. P odría haberlas m ultiplicado fácilm ente. T an sólo he señalado aquellos libros o ensayos que me han pa­ recido atract ivos o pertinentes, a riesgo do ser subjetivo e in­ com pleto. Espero h ab e r indicado con precisión las d ireccio­ nes m á ssu g ere n tesd e lo s estudios m itológicos actuales. He p reten d id o exp o n er los problem as y cuestiones con la m ayor sencillez y claridad. Sigo el consejo de J. L. Borges: «No debem os buscar la confusión ya que propendem os fácilmente a ella». Y en este terreno de los estudios sobre m itología no fal­ lan los co m entadores confusos. N o sé si habró logrado evitar la oscuridad, pero lo he intentado una y otra vez. M a d rid , l d e e n e ro d e 1992

Primera parte

Definiciones

1. Propuesta de definición del término mito

1 La p alab ra mito, que tiene un tufillo de cultism o y una n o ta ­ ble vaguedad e n su significado, ha lo g rad o estos a ñ o s una no tab le d ifu sió n . Se habla d e «el m ito de la m ascuiinidad», «el m ito de la u n id a d árabe», o se d ic tam in a que «el instin to m atern al es sólo un m ito necesario». La calificación d e una idea, un a teoría o incluso un a d eterm in a d a figura co m o «un m ito » expresa lina cierta v alo ra ció n , no sie m p re negativa. Hay un p erfu m e llam ado «m ito» y la p alab ra aparece referi­ da tam b ién a cierto autom óvil com o u n elogio superlativo. No es tan sólo en el uso coloquial y perio d ístico d o n d e ap a­ rece el té rm in o cargado d e co n n o ta c io n e s varias. H ace ya tiem p o E. C assirer tituló un espléndido lib ro EÍ m ito del Es­ tado; hace años O ctavio Paz escribió que «el m o d e rn ism o es un m ito vacío», y J. Gil de B iedm a, refirién d o se a su niñez, confesaba en u n p oem a que «De m i p eq u e ñ o reino a fo rtu ­ n ad o / m e q u ed ó esta costu m b re de ca lo r / y una im posible p ro p en sió n al m ito». N o sirve d e m ucho acu d ir al Diccionario de la Real Acade­ m ia. (Sirve tan sólo para ad v e rtir qué an ticu ad a ha quedado ¡¡

12

I. P M Ï M i ü O N E S

la definición allí pro p u esta.) P orque d efin ir m ito co m o «fá­ bula, ficción alegórica, especialm ente en m ateria religiosa» es re m itir a u n a acepción arqueológica» un ta n to d ie c io ­ chesca, válida tan sólo p a ra ilu strad o s y retó rico s d e hace m ás d e d o s siglos. (Esa definición ya estaba anticuada cu a n ­ d o la A cadem ia decidió recogerla palab ra en su D iccionario, en su edición d e 1884> hace algo m ás d e cien años.) I ai m e n ­ ción del té rm in o «fábula» rem ite a un vocablo latino utiliza­ d o para tra d u c ir el g riego m ythos; p e ro hoy fiib u la en un se n tid o tan g enérico resulta un latinism o. Q ue el m ito sea u n a «ficción alegórica» es el resultado d e una visión «ilus­ trad a » y « racionalista», u n a co n c ep c ió n m uy an tig u a y de larga persistencia, pero hoy totalm ente arru m b a d a y en d e ­ suso. Para ex p licarn o s el am plio uso del té rm in o en la ac tu a li­ d a d p o d em o s p e n s a r en su s atractiv as c o n n o ta c io n e s y en su im precisa d en o tac ió n . A lo que aparece co m o fabuloso, e x tra o rd in a rio , prestigioso, fascinante, p ero, a la vez> com o increíble del to d o , incapaz d e som eterse a verificación o b ­ jetiva, q u im érico, fantástico y seductor, parece convenirle el su stan tiv o m ito o el adjetivo mítico. En su aspecto negativo, el m ito está m á s allá de lo real, p e rte n e c e al á m b ito d e lo «fabuloso» y d e la «ficción». F ulgurantes figuras del esp ec­ táculo, ca ta p u lta d as p o r su s éxitos d eslu m b ran tes y la p ro ­ p a g a n d a ex a g erad a a su b lim es a ltu ra s, se c o n v ierten en «m itos». Ideas fu n d am en tales o creencias de secular solidez p u ed en ser calificadas d e «m itos», y co n ello se les niega su o b jetividad y se las en c u a d ra en el ám b ito ficticio y q u im é ­ rico de lo im aginario. F.l té rm in o m ito p u ed e ser u n a am b i­ g u a etiqueta. A tal p ro pósito, no estará de m ás evocar el brillante epílo­ g o de Roland R arthes en su s M ythologies ( 1957), que I leva el títu lo de «El m ito, hoy», d o n d e trata co n perspicaz agudeza d e los sen tidos y usos de la p alab ra w/ío, en el contexto co n ­ tem poráneo. Frente a los m itos antiguos están los m itos mo-

I. PROPKKM A in. IH.HNH ION DPI TfiKMINO ΛΟΓΟ

13

d e m o s que B arthes analiza y d e los que investiga su trasfondo ideológico. C o n su enfoque sem iótico ese ensayo de B ar­ thes m erece una relectura. P ero no es de esas m itologías ni de eso s m itos c o n stru id o s p o r la m o d e rn id ad y m anipula* dos p o r la po lítica y la pro p ag an d a de los m edios de co m u ­ nicación de lo q u e vam os a tra ta r en estas páginas. N u estro objetivo es ac erca rn o s a los m ito s antiguos, a la m itología griega» tal co/no está constituida en su propia t r a ­ dició n y tal com o h a sido h ered ad a p o r la tradición de la c u l­ tu ra europea. Vam os a tratar d e esos mitos» en el sentido m ás clásico y antiguo, no de los nuevos» renovados o m o d e rn o s m itos. De esos m ito s d e los qu e cabe preguntarse si los g rie ­ gos creyeron en ellos y hasta d ó n d e y c u á n d o fu ncionaron co m o tales, co m o hace P. Veyne. Pero que están ahí, en los textos de la literatu ra clásica y en las im ágenes del arte g rie ­ go, y form an un rep e rto rio b ien delim itado: la m itología clá­ sica. Parece, en principio, que defin ir el té rm in o en esta ac ep ­ ción ha de resultar bastante m ás fácil. Y, sin em bargo, ta m ­ bién en este uso, m á s histórico y científico, en c o n tram o s d i­ ficultades. A ntropólogos, filólogos, psicólogos, sociólogos y teólogos m an ejan el té rm in o con tales divergencias q u e se ha d ich o que la p alab ra puede recu b rir «connotaciones in fi­ nitas», au n c u a n d o tuviera u n a d en o tac ió n com ún a to d o s esos usos, h is distintas perspectivas, en sus enfoques part iculares, privilegian aspectos del m ito y acepciones convenien­ tes a su propia teorización, de m o d o que n o es tan evidente h allar un n úcleo sem ántico c o m ú n a to d o s ellos. Se p o d ría exagerar y decir q u e las definiciones del m ito son casi tantas co m o las perspectivas m etódicas sobre él. N i siquiera los es­ tu d io so s de los m ito s g rieg o s y las m itologías h istóricas coinciden en sus definiciones. U nas veces, p o r un exceso de sim p lic id ad , se p ro p o n en d efiniciones d em asiad o precisas. Por ejem plo, la de Jan de Vries, que dice: «M itos son histo rias de dioses. Q uien habla

Μ

».

i >i h n h :i o s i n

d e m ito s tie n e, p o r ta n to , q u e h ab lar d e dioses. D e lo que se deduce q u e la m itología es una p a rte de la religión»1, (lis cie rto qu e m u c h o s m ito s tra ta n d e d ioses, pero n o todos; m uchos y los m ayores m ito s 1ienen un fondo religioso, pero no todos; alg u n o s se relacionan con el «cuento p opular», el folktale, y no requieren la fe religiosa.) La relación en tre m i­ tología y religión es im p o rta n te , pero m ás com pleja de lo q u e frases tan rápidas presuponen. Los an tro p ó lo g o s, ta n to los fu n cio n alistas co m o los estru c tu ra lisla s, han enfocado el m ito desd e una perspectiva am p lia y con una co n cep ció n p e n e tra n te d e su c o n fig u ra ­ ción y lunción, destacando su significado en el contexto social o su valor co m o in stru m e n to m ental en la representación colectiva del m u n d o de la m entalidad arcaica. T anto unos com o otros h an visto en el m ito una form a de rep resen tar la realidad, un m olde im a g in a rio de co m p re n d er y d a r sentido a la situación y ac tu ació n del ho m b re en ese m u n d o co m ­ prensible y d om esticado gracias a los m itos, lisa m irad a am ­ plia d e los a n tro p ó lo g o s es, p ara el e s tu d io so ac tu a l, algo irrenunciable. Pero tan to c o n tra los sim bolistas, co m o contra los fundo» n alistasy lo sestru ctu ralisL is -c o n tra M alinow ski, M. Kliade y C. Lévi-Strauss, p o r ejem p lo -, cabe expresar una protesta crítica , com o hizo G. S. K irk en su excelente libro so b re El m ito (1970): «N o hay n in g u n a d efin ició n del m ito. No hay n in g u n a fo rm a platónica del m ito que se ajuste a to d o s los casos reales. Los m itos (...) difieren e n o rm e m e n te en su m orfología y su función so cial» 2. Los rep aro s y cautelas del profesor K irk han sido aleccio­ nadores. D esde su perspectiva d e helenista e h isto ria d o r del p en sam ien to .griego, co n o ced o r rig u ro so de trad ició n helé­ nica, pero tam bién com o bu en lector d e la m o d ern a biblio­ g rafía sobre estas cu e stio n es, K irk se m u e stra escéptico en c u a n to a d e fin ir d e m o d o unív o co y p reciso el vocablo m ito. A ceptar u n a definición sesgada su p o n e ya decantarse

I. I'K O l'U I.ST A n r Μ Η Κ Κ Ί Ο Ν I)»·.!. I fR M IN D

MITO

IS

p o r u n enfoque definido, parcia 1, que excluye otro s posibles; su po n e privilegiar ciertos m ito s y recortar y d esca rta r otros. Pero, ¿no resulta excesiva esa ren u n cia a cu a lq u ie r d e fin i­ ción unitaria? ¿No conlleva esto una exagerada asepsia c ríti­ ca? Sin lina cierta d elim itac ió n , y Ja defin ició n no es o tra cosa, d e objetos y objetivos, ¿cóm o trazar u n a aproxim ación m etódica a la mitología? A nd am o s que el te rm in o mitología tam p o co le parece útil a G. S. Kirk. Q u ien , sin em bargo, traza una d istin ció n m uy clara d e sus dos acepciones básicas: rep erto rio de m itos y e s­ tu d io de los m ito s. Pero sobre este p u n to volverem os niás adelante. Por de p ro n to , señalem os que aquí no vam os a tr a ­ tar del «m ito» co m o una fo rm a de p en sam ien to prim itivo, com o D enkform , en esa acepción un tanto idealista que está en la visió n d e la c u ltu ra helénica com o u n p rogreso «del m ito al logos», Votu M ythos zu m Logos, según el fam oso títu ­ lo de n n claro libro de W. Nestle.

2

A ñ ad am o s a las dificu ltad es m en cio n a d as las que alg u n o s e stu d io so s han señ ala d o resp e cto d e los u sos del té rm in o griego mythos. Sin etim ología clara, puesto que no aparece n in g ú n térm in o d e la m ism a raíz en otras lenguas in d o e u ro ­ peas, la p alab ra se va d efin ien d o en la lite ra tu ra griega. M. D etien n e, !.. B risson y C. C alam e han e s tu d ia d o bien \ desde una precisa observación filológica y con finos análisis, la progresiva d efin ició n de! té rm in o desd e H om ero hasta Platón, lin oposición a lógos, la palabra m ythos pasa a desig ­ nar el «relato tradicional, fabuloso y acaso engañador» (y ya P ín d aro lo em plea en tal se n tid o ’), en co n traste con el relato razo n ad o y objetivo. Platón inventa sus m ythoi, que p re te n ­ den en c u b rir alegóricam ente verdades que están m ás allá de lo com probable m ediante el lógos. Ks probablem ente en los

16

I. IH -W N If.lO N hS

tie m p o s de la S o fística c u a n d o m yth o s - e n c o n tra ste con logos- se perfila co n ese significado d e «viejo relato» (c e r­ ca n o a los cuen to s d e vieja, ta b u lació n fantasiosa, p e ro no forzosam ente falsa, 110 sie m p repseudos, aunque no g a ra n ti­ ce ta m p o co la alétheia, la veracidad)* Los usos del vocablo m ythos en Platón so n m uy sin to m ático s de su evolución se­ m án tica y de sus varias conn otaciones. Por o tro lado, P latón u tiliza ya el té rm in o «m itología», m ythologie, en una ac ep ­ ció n plenam ente m o d e rn a , con una precisa conciencia d e lo q u e u n rep e rto rio m ítico su p o n e p a ra u n a so cied ad tr a d i­ cional. A unque no to d o s los em pleos del té rm in o en la ép o ca clá­ sica indiquen ese valor léxico bien definido, parece raz o n a­ b le p en sar que P latón h a lo m ad o de la época esa oposición en tre m ythos y higos t y que otro s coetán eo s suyos eran bien conscientes de la significación d e m ythos que Platón atesti­ gua, pero n o inventa 5. Es m uy interesante que A ristóteles, en su Poética, em plee la p alab ra en d o s sentidos: com o relato tradicional y com o arg u m en to dram ático . (Recordemossque lo s arg u m e n to s trág ico s eran «relatos heredados», m yth o i paradedom énoi *.) P ara uno y o tro siguieron los latin o s e m ­ p lean d o una m ism a palabra: fabula. A p a rtir de la Poética d e A ristóteles se acentúa, pues, esta co in cid en cia en tre eso s d o s asp ec to s del m ythos: el relato trad icio n al y arcaico, venido de m uy atrá s, y la ficción lite ra ­ ria, que el d ram a tu rg o crea sobre una pauta «mítica». Fabu­ lae son para un la tin o tanto los textos d e un A polodoro o un H igino, repertorios m itológicos, co m o las tragedias de E urí­ p ides o las com edias d e A ristófanes. Los poetas helenísticos y los rom anos, que utilizan los an tig u o s m itos en sus alu sio ­ n es y en sus recreaciones poéticas, co n trib u y en ta m b ié n a esa consideración d e los m itos co m o fabulae, ficciones o fabulaciones. Las M etam orfosis d e O vidio son m itos ya rec o n ­ ta d o s com o literatu ra, guiada p o r el m e ro placer de n arrar, su L u stzu fabulieretr, según la frase goethiana; d o n d e los m i­

I. I'ROPUfcSTA I) F DFHNK.ICVN DF.t. 1ÉRMINO M H O

17

tos son arg u m e n to s p ara la poesía cuyo origen y t rasfondo religioso se p erc ib en ap en as co m o una gracia arcaica que late en la tram a ingenua que el p o eta O vidio sutilm en te re­ p inta y recrea. Esa co n fu sió n en tre los relatos arcaicos y las ficciones poéticas» d esig n ad o s u n o s y o tra s con el vocablo fabulae, p ersiste a lo larg o de la tra d ic ió n m edieval y renacentista. Sólo en el siglo xvm , gracias al descu b rim ien to de otras m i­ tologías y d e las reflexiones de lo s sim bolistas acerca de los p ueb lo s p rim itiv o s, volverá a d istin g u irse el «m ito» de la «ficción» p o é tic a 7. Será C h ristian G ottlob H eyne, a finales del siglo, q u ie n intro d u zca, en su d o cta prosa latina, el té r­ m ino m ythos y lo redefina - e n oposición a fa b u la - con una significación so rp re n d en tem e n te m o d e rn a 8. Su ensayo «In­ terp retación del lenguaje m ítico o sim bólico de acu erd o con sus o rígenes y las reglas d eriv a d as del m ism o» (Serm onis m ythici sivesym bolici interpretatio ad causiis ed rationes duc­ tas inde regulas revocata), de 1807, le acredita com o el fu n ­ d ad o r de los estu d io s de M itología con perspectiva m oder­ na. Es la é p o c a de Vico, los Schlegel, H erder, Schelling, etc. Los Prolegomena zu einer w isscnschaftliche M ythologie de K. O. M uller ap arecen algo después» en 1824. La M itología com o d isc ip lin a «científica» avanza ya sobre u n cam ino firme.

3 C on to d o e sto se perfila el cam p o de investigación. Pero el p ro b lem a de defin ir el té rm in o m ito sigue en pie. M antener escép ticam en te el rechazo d e lina definición general m ín i­ m a, que nos p erm ita d istin g u ir qué es lo que consideram os p ro p iam en te un m ito y qué no , es decir, a d v e rtir qué usos del té rm in o co nsideram os p ertin en te s y que acepciones d e ­ sestim am o s e n la batah o la de su s aplicaciones, nos parece

18

i.

í >i :h n k :i o n i .s

ex trem ad o . In ten tem o s p a r tir de una d efin ició n m ín im a, q u e p erm ita d elim itar el o b je to del que vam os a tr a ta r 9. Un ese sentido, p ro p o n d ré la siguiente: «M ito es un relato tra d i­ cio n al qu e refiere la ac tu a ció n m e m o rab le y ejem p lar de u n o s personajes ex tra o rd in ario s en un tiem p o prestigioso y lejano». lil m ito os un relato, una n a rra c ió n , q u e puede co n ten e r elem entos sim bólicos, pero q u e , frente a lo s sím bolos o a las im ágenes de ca rá c te r p u n tu a l, se ca racteriza p o r p rese n tar u n a «historia», liste relato viene de tie m p o s atrás y es c o n o ­ cid o de m uchos, y aceptado y tra n sm itid o de generación en generación. Es lo co n trario de los relatos inventados o de las ficciones m o m e n tán eas. Los m itos son « h isto rias de la tr i­ bu» y viven «en el pats de la m em oria» co m u n itaria. La fradición m ítica es un fenóm eno social que p u ed e presen tar va­ riaciones cu ltu rales notables, pero que existe siem pre, y en G recia p resenta una sin g u lar lib ertad , co m o destacarem o s lu e g o ,ü. I;l relato m ítico tien e un cardctcr dram ático y ejem ­ plar. Se trata siem pre de acciones de excepcional interés para la co m u n id ad , p o rq u e explican aspectos im p o rta n tes de la vida social m e d ian te la n a rra c ió n d e c ó m o se p ro d u jero n p o r p rim era vez tales o cuales hechos. Ese valor paradigm á­ tico de los m itos es u n o de sus trazos m ás d estacados p o r los fu n cio n alistas (M alinow ski, y tam b ién M . Eliade). El d r a ­ m atism o de los m ito s los caracteriza con una alegre y feroz esp o ntaneidad. En el ám bito narrativo desfilan fulgurantes acto res y allí se cu m p len las acciones m ás ex tra o rd in arias: creación y d estrucción de m u ndos, aparici ón de dioses y hé­ roes, terrib les e n c u e n tro s co n los m o n stru o s, etc.; to d o es posible en ese m u n d o coloreado y m ágico del m ito M. Ese ca­ rác ter d ra m á tic o caracteriza a estos relatos frente a las tr a ­ m as verosím iles de o tra s n a rra c io n e s, o fren te al esquem a ab stracto de las explicaciones lógicas. El m ito explica e ilus­ tra el m undo m ediante la n arrac ió n de sucesos m aravillosos y ejem p lares12.

I. Ρ Κ Ο Ι’υ ΐ ύ Ί Ά i>r W T I M U r t N HI I I f H M IN O Λ Η ί ο

i9

Los aclorcs d e los ep iso d io s m íticos so n seres ex tra o rd i­ n ario s, fúndam e ntalm ente seres divinos, ya sean dioses o fi­ g u ras em p aren tad as con ellos, com o los héroes de la m ito lo ­ gía griega. Son m ás que h u m a n o s y ac tú a n en un m arco de posibilidades su p e rio r al de la realidad natural. Ahí están los seres prim igenios, cuya acción d a lugar al m u ndo, y los dioses que intervienen en el orden d e las cosas y d e la vida hum ana, y los héroes civil i/.adores, que abren cam in o s y los despejan d e m o n stru o s y d e som bras, lín fin, ah í están los seres ext rao rd in ario s cuyas acciones h an m arcado y dejado una huella p ere n n e en ef cu rso del m u ndo. M ediante la rem em oración de esos sucesos prim o rd iales y la evocación de esas hazañas h ero icas y divin as, la n a rra c ió n m ítica explica p o r q u é las cosas son así y sitúa las causas de esos procesos originales en un tiem p o p rim o rd ial. I lay u nos tem as esencialm ente míti* eos, los que se refieren al com ienzo de las cosas: la cosm ogo­ nía y la teogonia, y los que se refieren al final de lodo, al más allá de la m u e rte y del tiem p o terrestre: la escalología. Hero los m itos explican tam bién la causa de m uch o s usos y cos­ tu m b re s, d e m ás o m onos im p o rta n cia , q u e so» de interés co lectiv o 1'. Los m itos tratan del com ienzo, del arché, y d e la s causas, aitíai, del universo y>en especial, d e la vida h u m a n a 1 Kn ese interés explicativo y eliológico (aitías-légeitt) sufren luego la co m petencia de la filosofía en la cu ltu ra griega (des­ de el siglo vi a .C .) l\ Pero la explicación m ítica es la m ás an tig u a , y, en cierto m o d o , subsiste replegándose a ciertos tem as al en frentarse co n otro s tip o s d e explicación, m ás lógicos o científicos. Los h ech o s n a rra d o s po r los m ito s revisten u n a form a d ra m á ti­ ca y h u m anizada, de m o d o q u e sus actores pueden tener for­ m a h um ana, u n tan to m agnificada, com o los dioses y héroes griegos, p o r ejem plo; o no, co m o los seres m o n stru o so s p ri­ m ig en io s de m uchas m itologías, pero a c tú a n y se m ueven an im ad o s p o r im pulsos co m o los de los h u m an o s. Así, por ejem plo, el C ielo y la T ierra, que están en los com ienzos de

20

I. U k H N IW O N F S

lo s reíalos cosm o g ó n ico s, se am an , se un en y se se p aran com o un a pareja d ea m a n tes, y los poderes sobrenaturales se en g en d ran y d estruyen co m o los anim ales. Kn cierto m o d o , p o d em o s decir q u e la config u ració n de las fuerzas n aturales en form as próxim as a lo hum ant) es un rasgo básico en la representación m ítica. El a n tro p o m o rfis­ m o de los dioses es u n o de los trazos m tís característicos de la m itología griega. Pero tal vez p o d ríam o s postu lar q u e ese h u m a n iz a r la n aturaleza, en cu an to a rep rese n tarla com o po b lad a o an im ad a p o r seros sob ren atu rales dotad o s de fo r­ m as, deseos, e im pulsos, p ró x im o s a los de los hom bres, se en c u en tra en la raíz de to d o el p en sar m itológico. H ay d io ­ sos con fo rm as m o n stru o sa s, com o los egipcios con cabeza d e anim ales, o los de la In d ia, que m ultiplican sus b razo s o ap arecen co m o trem en d as fieras o sab io s elefantes, c ie rta ­ m ente. Pero b ajo todas esas m áscaras se m ueven co m o seres h u m an o s; co m o seres h u m a n o s d o ta d o s de una in m en sa li­ b e rta d de acción y un incalculable p o d erío . Los m ito s nos ofrecen u na explicación del universo ani m ado p o r fuerzas y figuras de ro stro hum ano, es decir, con u n sentido a la altura del hom bre. Ya sea que esto se explique p o rq u e D ios h izo al h o m b re a su im agen y sem ejanza, o al contrario, esta hum ana a n im a ­ ció n del cosm os nos parece algo m uy significativo. La inge­ n u id a d del m ito no se p la n tea n in g u n a d u d a so b re este su p u esto . La explicación filosófica significa, desde u n c o ­ m ienzo, la renuncia a él. E ntre afirm ar q u e el fu n d am e n to y origen del m undo, el archéd e todo, es O céano, com o dice un an tig u o m ito helénico, o afirm ar que es «el agua», com o afir m ó Tales de Mi leto, hay una en o rm e distancia. La a c titu d es­ piritu al con q u e el filósofo se enfrenta a las cosas está o p u e s­ ta a la del creyente en los m itos, para q u ie n toda la v ida está m arcada p o r los efectos de u n a historia sagrada, que ve en la n atu raleza las huellas de las divinidades cread o ras y o rg an i­ zad o ras del m undo. Para h IM -H N IC IO N OKI. T É R M IN O .WITÏ)

21

ses las hicieron así, y hay que vivir según u n as pautas que los dioses, o los héroes, m arcaron con su acción ejemplar. Kn las cerem o n ias festivas, en los rito s y en la m im esis de los d ra ­ m as sacros, el creyente revive y rem em ora esa historia sag ra­ da, y así p articipa en la recreación de esos hechos.

4 La n arrac ió n m ítica nos habla d e un tiem po prestigioso y le­ jano, el tiem po d e los com ienzos, el de los dioses, o el de los h éro es q u e aú n ten ían trato s co n los dioses, un tiem po que es el de los oríg en es de las cosas, un tiem p o que es d istin to del d e la vida real, au n q u e p o r m edio d e la rem em o ració n y ev o cació n ritu a l puede acaso renacer e n éste. Ese O tro T iem po, q u e los m ito s au s tra lia n o s llam an «el tiem p o del sueño» o alcherittga, es aquel en el que los seres so b ren a tu ­ rales, dioses o m o n stru o s originarios» ac tú a n y con sus ac­ ciones crean las cosas, es el tiem p o de los orígenes. Los ritos u n id o s a la recordación de tales o cuales sucesos m íticos tra ­ tan d e establecer una com unicación con ese tiem po fu n d a ­ cional, y sagrad o lNKs

este asp ecto funcional de los m itos. A hí p o d em o s en c o n trar un p u n to de apoyo p ara la d istin ció n e n tre m itos y cuen to s populares. (Ya lo señaló tam bién V. P ropp en su obra I m s raicvs históricas del cuento populor.) lil m ito es sentido com o se­ rio y vera/., con un h alo de so lem n id ad variable, p e ro que está u n id o en m u ch o s casos al cariz religioso de lo s m itos fundam entales. A unque es un tra z o m ás am plio que el de su carácter religioso. Pensem os, p o r ejem plo, en algunos m itos heroicos g riegos. P arece d iscu tib le que to d o s tu v ie ran un trasfo n d o religioso, y la desp ro p o rció n frecuente en tre m i­ tos y rito s en el m u n d o helénico apoya osla d istin c ió n . Sin em bargo, cualquier histo ria m ítica conserva un valor para· digm át ico, com o ejem plo heroico, que es d istin to d el cari/, de en tre ten im ie n to y diversión de otro s relatos del folktale, sean cu e n to s m arav illo so s o h isto rie ta s d e tip o novelesco. Sé bien que en alg ú n caso co n creto esa d istin ció n puede ser difícil d e t razar, pero en la teoría general resulta úti 1y cla­ ra. Y, creo> p o d ríam o s postu larla com o universal. A unque es cierto q u e en m u c h o s cuen to s p o p u la re s p u e d e ra stre arse el eco de a lg u n o s m itos, o que tales cu e n to s p u e d a n verse com o m ito s d ec aíd o s, u nos y o tr o s relato s p u ed en d is tin ­ guirse p o r su fun ció n social. Se ha dicho que el c u e n to m a­ ravilloso, el Miircheti, es «el hijo m iniado y ec hado a perder» del mito; y eso vale p a ra algunos cuentos. Pero, au n q u e coin­ cidan cu en to y m ito en la evocación de una atm ósfera m a ra ­ villosa y e n la ac tu a ció n de seres p ro d ig io so s, los m e ca­ n ism os d e uno y o tr o tip o de relatos tra d ic io n a le s son, aten d ien d o a su función e incluso a su e s tru c tu ra narrativ a (m ás fija, e n p rin cip io , en el c u e n to ), diversas. La m e n ta li­ d ad m ítica tiene algo en com ún con la im aginación infantil, ciertam ente, y el lector actual puede ver co m o cuentos algu­ n os m itos d e c u ltu ra s y p u eb lo s ex tra ñ o s. Sin em b arg o , el encanto del cuento y el del m ito son sen tid o s com o disi intos p o r los receptores hab itu ales de am bos, en la cu ltu ra o rig i­ n aria. Para el prim itivo la vana tabulación d e los relatos fan-

1 l'H O l'L ’B T A ni: D i J J N N IO N D I I Τ Ρ Κ Μ ΙΝ Ο ;M i/tí

23

tásticos está radicalm ente ap a rtad a d e la historia real, vivaz y sacra qu e le d a n los m itos. Al respecto, p o d em o s señalar que los personajes del m ito son d istin to s a los protagonistas de los cuentos, q u e son personillas m ás cotidianas y de nom bres poco d estacad o s y propios, lin el decurso d e la cultura esa o p o sició n p u ed e m atizarse y debilitarse, d esd e luego, com o ha sucedido en G recia, p o r re c u rrir a un ejem plo p ró ­ xim o. Con to d o , eso no su p rim e la d istin ció n fun d am en tal. I.as explicaciones del m ito rem iten siem pre a un m ás alld, a o tro tiem po, y a p ersonajes, d io ses o héroes* que no son com o los seres h u m a n o s de n u e stro en to rn o , lisa tra sc e n ­ d en cia del m iro está m u ch as veces carg ad a de em o tiv id a d . Por eso los relatos m ítico s tienen u n elevado co m p o n en te sim bólico: abu ndan en sím bolos y tra ta n de evocar un co m ­ p lem en to au sen te d e esta realidad q u e te n em o s ante n u e s­ tro s sen tid os. Kn la épica hesiódica los h éroes se o p o n en a los m o rtales q u e «ahora son»» y a las cosas «tal com o ah o ra son». La fó rm u la hoioi nytt eisiti, «tales co m o son ahora»», q u e sirve p a ra indicar u n a o p o sició n a lo que era antes, en los tiem pos del m ito, resulta sugerente al respecto. Iras esta realidad, indican los m itos, hay o tra , que es m ás esencial, la Realidad fundacional, la divina y etern a R ealidad. Kl pasado prestigioso es el ám bito d e las actuaciones m íticas; en n u es­ tro p resente subsisten ecos y huellas d e esas actuaciones. Para q uien sólo atiende a la realidad em pírica, el m undo de los relatos m ítico s no existe; es, a ese respecto, irreal. N o pu ed e co m p ro b arse con m étodos em píricos. Por o tro lado nuestras leyes no están vigentes en el ám bito m ítico de un m o d o absoluto. A unque es cierto que el m u n ­ do de los m ito s está elab o rad o a im agen y sem ejanza del n u estro , y, p o r tanto, su s c ria tu ra s son an tro p o m ó rfica s, com o ya h em os com entado. Pero se m ueven sobre un c a m ­ po m uy am plio d e posibilidades. I)c ahí una cierta relación en tre el ám b ito m aravilloso de los m itos y el m ágico de los cu en to s y de las h isto ria s fantásticas. Por eso el uso vulgar

califica de m ítico s suceso s o figuras fascinantes e inverosí­ miles. Los m itos dom estican Jos p ro d ig io s n aturales al presen­ ta rn o s una n atu ra lez a con sentido h u m a n o y d irig id a al hom bre, reg id a p o r d io ses o pod eres q u e tienen e n te n d i­ m iento y voluntad y designios com prensibles p ara lo s h o m ­ b res, au n q u e sean a veces hostiles al g en ero hu m an o . Iodo está p e rm e a d o p o r un h á lito d iv in o vivificador. Kl m u n d o p latónico de las Ideas, m odelos trascendentes e inm anentes d e las realidades terrenas, parece un vestigio de la im a g in a­ ció n m ítica rec u p erad a p o r un enfoque filosófico. Al relatar sucesos ex tra o rd in a rio s, ac tu a cio n e s d e seres so b ren atu rales, obras, en fin, que están m ás allá d e nuestro tiem p o y tal vez de n u e stro espacio, lo s m itos se refieren al ám b ito de lo m aravilloso, d e m an era que, com o los cuentos, so n inverosím iles. Pero en ten d am o s bien que no pretenden se r verosím iles. La verosim ilitud significa ajustarse a unas lim itaciones d e una realidad que los m ito s trascien d en por su m ism o im p u lso y su co n ten id o . S on verd ad ero s, para quienes creen en ellos; son la Verdad m ism a an terio r a la rea­ lid ad , qu e se explica p o r ellos. Por la v ero sim ilitu d h an de p reocuparse los relatos ficticios que pretenden pasar p o r rea­ les; así, p o r ejem plo, los de las novelas d e aventuras. Kn ca m ­ bio, los tem as y m otivos d e los m itos, y su s personajes, están m ás allá de las norm as habituales y em píricas. P ertenecen a lo im ag in ario, un ám bito m á s am plio q u e el de lo real, y que llega incluso a co n ten e rá éste. Los m ito s su m in is tra n u n a p rim e ra in te rp re ta c ió n del m u n d o . Kn tal se n tid o tie n e n m ucho q u e ver con la reli­ g ió n . Y ta m b ié n en el s e n tid o d e que, al fu n c io n a r com o creen cias colectivas, co m o un re p e rto rio de relatos sabidos p o r la c o m u n id a d , v in c u lan a ésta con su tra d ic ió n y fu n ­ d a n u n a u n a n im id a d d e sab er, q u e tra n s m ite u n a cierta im agen del m u n d o , p re v ia a los sa b eres rac io n ale s y a las técnicas y ciencias. Un m ito está, p o r lo tanto, in se rto en un

i. i 'R o r u i M A Dt: n m N î c i r t N »κι.

ι μ μ ι ν ο λ ι /ϊ ο

25

e n tra m a d o m ítico; es una pieza en el sistem a q u e fo rm a una m itología.

5. M itología: ¿una palabra pom posa y ambigua? La palabra mitología tiene dos acepciones claram ente distin tas: «colección de m itos» y «explicación de los m itos». La raí?, q u e d a en griego el verbo lego y el sustantivo lógos sig n i­ fica ta n to «reunir, recoger» co m o «decir», y el té rm in o c o m ­ puesto ha h eredado esos dos m atices. Kirk, q u e lo advierte, prefiere ren u n c iar al em pleo del té rm in o p o r co n sid erarlo poco claro; pero creo que es fácil ten er en cu en ta esta d is tin ­ ción y reconocerla en c u a lq u ie r caso. P arece claro que la «mitología» com o «estudio de lo s m itos», o «tratado» o in ­ cluso «ciencia de los m itos», p resu p o n e la existencia de la «m itología» com o colección y corpus mítico. Kl vo cab lo g rieg o m ythología aparece en P lató n , y no es p o r az a r qu e sea en él, com o ha señalado M arcel D elien n e (en La invención de la mitología, París, 1983). Pero no es u n neologism o so rp re n d e n te , p u esto que el v erb o c o rre sp o n ­ diente m ythologeiw está ya en la Odisea XII v. 450, con el sen tid o de «contar u n relato». P latón lo enlaza (en la R ep ú ­ blica, en el Político, el Timen, el Critias y Las leyes) a térm in o s muy significativos, com o geneaiogía, archaiología y phén/e («rum or» o «fama» ), dándole u n valor m uy parecido al que tiene hoy. Kn to d o caso, la m itología co m o un rep e rto rio de m itos es algo p rev io a su recopilación p o r escrito en la obra de un poeta co m o I Icsíodo. Kn el siglo vjii a.C. éste ha expuesto ile un m o d o sistem ático y o rd en a d o la m itología de los helenos en su p o em a Teogonia, de un m o d o m ucho m ás com pleto que n in g ú n o tro p o e ta arcaico griego. H o m ero y los líricos arcaicos se refieren y aluden a esos m ism os d ioses y héroes, pero sin esa p reo cu p ació n p o r ex p o n e r sistem ática y orde-

26

I. OKHNK IO N I*

iradam ente la nóm ina de los personajes míticos. A hora bien, ya antes de H esiodo existía una relación sistem ática entre los m itos y los p erso n ajes m íticos; el p o e ta no la inventa, tan sólo la recoce y la ex p o n e poéticam ente. A unque tju i/á s de m o d o m e n o s com pleto y m en o s rico , to d o g rieg o arcaico conocía, a g ran d es rasgos, el esquem a básico de esa o rd e n a ­ ción de seres divinos, y d e los m itos fundam entales. La significación de un personaje m ítico está fijada p o r re ­ ferencia al co n ju n to de relatos que constituyen la m itología, lia d a u n o es com o una pieza del tablero y su ac tu a ció n d e ­ pende de esa posición y ese valor asignado en el juego m ito­ lógico. Las relaciones de parentesco, las oposiciones y las re fe ren d a s q u e se form an d en tro de este sistem a so n lo que define a cada personaje, d en tro de esa estru c tu ra sim bólica qu e representa la m itología entera. D ejando para m á s a d e ­ lante una reflexión a fondo sobre este punto, p odem os a p u n ­ tar aq u í alg ú n ejem plo, au n q u e quede sólo esbozado. La sig­ nificación d e una diosa, p o n g am o s p o r caso, A frodita, está m arcada n o sólo p o r u n a significación ab stra cta, com o la diosa del a m o r y del deseo sexual, sino tam bién p o r su co n ­ traste con la p osición d e o tra s d io sa s (A tenea, A rtem is, H era, etc.) y otros dioses d en tro del sistem a p o lite ís ta 17. Hn I le sío d o tenem os u n p rim e r in ten to de e x p o n e r un sistem a m itológico con u n buen esquem a organizativo bási­ co, que p a rte de las d iv in id ad e s p rim ig e n ias del u niverso para concluir en los epígonos divinos, los héroes y heroínas, lin ese m ism o orden, en el que las genealogías const ituyen la base de la secuencia n arrativ a, hay ya u n principio d e expli­ cación «racional», a ten to al d esarro llo de los p o d ere s divi­ n os desde el caos o rig in a rio hasta su conclusión. I lay p o r p arte del p o eta un prin cip io de ord en ació n «lógica», y no en v ano se suele hoy ver en H esíodo un p re c u rso r de los filó­ sofos. Λ unos mil años de distancia de H esíodo, un desconocido eru d ito , un tal A polodoro, recopiló los m itos griegos en un

i. I 'l i o P i T s r A n i ; ι ι ι -.ι ί ν

ι ο ο ν i >m

t ík m in o λμ γ»

27

par de libros y ιιη apéndice, recogiendo cuantas noticias le lle­ garon do la larga literatura griega, lü título de liiblioteai que se ha d ad o a ese resum en m itológico no es m uy afo rtu n ad o ; pero está claro que alude a una tradición m ítica m ilenaria que para A polodoro ya n o era una tradición viva ni oral (com o lo fue p ara I Iesíodo), sino una inm ensa bibliografía, de la que él extraía y resum ía los mitos. A polodoro es, sintom áticam ente, m ucho más profuso y m enos sistem ático que H esíodo. Fs un an ticu ario am ante de las anécdotas y los ecos literarios, un e ru d ito tardío, un lector de los clásicos, co m o nosotros. Un su segunda acepción, «m itología» resulla un hablar d e los m itos; un d isc u rrir y te o rizar sobre lo m ítico para in te n ­ tar com prenderlo; u n a explicación de lo que los m itos sig n i­ fican. Fs una h erm e n éu tica , m ás o m enos científica. Sólo para este uso se p o d ría hablar de una «mezcla de cont rarios» o u na «fusión de lo antagónico» en la p alab ra, form ada d e m ylhos y higos, co m o ha hecho A. jolies. A hora bien, la oposición en tre am bos térm ¡nos, que se e s­ tablece en la c u ltu ra griega a p a rtir de un d eterm in a d o m o ­ m ento histórico, os una oposición secundaria, que afecta tan só lo a un sentido restrin g id o del térm ino/rfgns. (Kn un p r in ­ cipio, iégeiti es «decir» o «reunir ordenadam ente». De la m is­ ma raíz in d o e u ro p e a el verbo la tin o legcn· significa «leer», un claro d erivado del sentido original.) Es en Platón d o n d e en co n tram os iógo$ opuesto a m ythos. Kn su diálogo Protágoras, el sofista del m ism o no m b re enfrenta un m ythos *\ un to­ gas so b re el m ism o terna, co m o d o s form as didácticas d is ­ tintas. «La prim era es mora n arració n , 110 a p o rta pruebas, se declara libre do to d o com prom iso. La segunda, si bien puede ser tam bién n arrac ió n o discurso, consiste esencialm ente en arg u m e n tar y probar» (K. Kerényi). Por o tro lado, el m ito es un relato trad icio n a l, lo que se cu en ta de siem pre, parecid o a u n «cuento d e vieja», según dice alguna vez Platón. M ientras que el fógos es lo razonable, que se discute y se ofrece com o arg u m en to racional y com -

I. D K H N K 'IO N F S

probable, sin o tra au to rid ad q u e esa cap acid ad de su propia d em o strac ió n em p írica. Del m ito no cabe tal cosa, d e él no se puede ciar razón, logon ilidóirai. La m itología como d is c u rrir so b re los m itos se plantea desde u n a perspectiva cultural o histórica d eterm in a d a. Ln tal sentido, la crítica al m ito de los ilustrados, es decir, d e n ­ tro d e la c u ltu ra g riega, d e un Jenófanes, los sofistas, o el m ism o P latón, fo rm a p a rte d el largo co lo q u io m itológico característico del m u n d o helénico. Las in te rp re tac io n es de los m itos, desde Teágenes de Regio, ya del siglo vi a.C.» hasta las d e los sim b o listas y los psicólogos de nuestro siglo, se o c u p a n de* la m itología en esta m ism a v ertien te. Ul estu d io de los m ito s se constituye en u n a «ciencia» de su in te rp re ta ­ ción, u na ciencia herm en éu tica un tanto insegura y variable según los tiem pos.

2. La tradición mitológica. Cómo fue en Grecia

¿Q uién c u e n ta los m itos? ¿Quién rem em o ra esos relatos in ­ m em o riales d e in terés c o m u n ita rio q u e v ienen d e m u ch o a trá s y se refieren a un p asad o fabuloso y q u e, de algún m o d o , tien en u n a fu n ció n ejem p lar p a ra la co lectiv id ad y p ara el individuo, que los aceptan co m o paradigm as? ¿Quién se constituye en custo d io de esos m itos, narraciones orales o textos que, herencia de to d o s, se tran sm iten co m o un legado de g en eración en generación? ¿Q uién defiende de la d isp e r­ sió n , del d eso rd e n fantástico y del olvido esas viejas h isto ­ rias de la trib u , que viajan p o r las sendas de la m em oria? P e algún m o d o es la com u n id ad entera del pueblo quien g uarda y alberga en su m em oria esos relatos. Los m itos circu­ lan p o r doquier. Las inst ituciones se apoyan en los m itos; se rec u rre a ellos p ara to m a r decisiones; se in te rp re ta n los h e ­ ch o s de a c u e rd o con ellos. Los m á s viejos se los c u e n ta n a los m ás jóvenes, y éstos s e inician en los saberes tra d ic io n a ­ les de su pueblo m ediante los g ran d e s relatos d e los dioses y los héroes fundadores. Las n o d riza s les cu e n ta n a los n iñ o s los fascin antes sucesos d e un tie m p o lejano y divino. Los abuelos y las abuelas recuentan a los pequeños lo que a ellos les co n taro n tiem p o atrá s sus p ro p io s abuelos. Y en las fi.es29

JO

i. η ε η Ν ία ο Ν ·» ; *

las c o m u n ita ria s se reitera, a través de ritu ales m im élieos y de narrac io n es escogidas, las palab ras de los m itos. Pero, ju n io a esa circu lación fam iliar y colectiva, en cada so c ied a d suele h a b e r u n o s in d iv id u o s esp ecialm en te d o ta ­ d o s o priv ileg iad o s para asu m ir la tarea específica de referir esos relatos trad icio n a les. Son los sabios d e la irib ú , los m ás versados en el a r le de na rrar, los profesionales de la m e m o ­ ria o la e s c ritu ra , q u ie n e s están d e sig n a d o s h a b itu a lm e n te p ara ta n a rd u a labor. L os m itos in c o rp o ra n u n a a n c estra l ex perien cia y u n a explicación sim bólica de ios f u n d a m e n ­ tos de la vida social. D e a h í que su co n serv ació n y tra n s m i­ sión sea u n a ta rc a g en e ralm e n te resp etab le y estim a d a, lisa tra n sm isió n m itológica tiene m u ch o q u e ver con la e d u c a ­ ción, p ero ta m b ién con la religión y el cu lio, co m o ya in d i­ cam os. Así q ue m u c h as veces so n los sacerd o tes q u ie n es v e ­ lan p o r Ja tra n sm isió n d e esc acerv o de d o c trin a s. Kn o tra s o ca sio n e s q u ie n e s a s u m e n tan n o b le p apel son p erso n a s d o ta d as con u n a especial ca p acid ad para co m u n ica rse con el m u n d o d iv in o , com o lo s pro fetas o vates, q ue ven m ás le ­ jo s q u e los d e m á s y e x tie n d e n su sab er hacia el p asad o y quizás hacia el fu tu ro . Kn alguna cu ltu ra el recitado y la ev o ­ cación d e los m ito s están e n c o m e n d ad o s a los profesionales d e la m e m o ria y del ca n to , sin u n a clara co n e x ió n con los sacerd o tes, tfse es el ca so de la a n tig u a G recia, d o n d e los aed o s, los rapsoclos y los p o etas e n general asu m en esa f u n ­ ción. Kn la G re d a a n tig u a fu ero n , e n efecto, los p o e ta s, ad ie s­ trad o s en la m em o rizació n y en la com posición ora 1, quienes desde los com ienzos de la épica h an fo rm a d o y I ra n sm itid o el sab er m itológico, l.a tra d ic ió n m ítica fue aq u í, com o e n los d em ás pueblos, u n re p e rto rio d e tra n sm isió n oral. I lo ­ m ero y lle s ío d o son ep íg o n o s d e una tra d ic ió n d e b ard o s que co m p o n en form u lariam en te, y que solicitan d e la M usa o las M usas la conexión con ese sa b e r m e m o rizad o que estas d iv in id ad es, las hijas de la M em oria, M nem ósine, tran sm i-

I A IIM IM C lO N ' MtTOMfciICA I N (¡HJ.CIA

.3/

ten al p o e ta verd ad ero , l.a se cu la r I rad ic ió n oral ép ica que desem boca en estos dos gran des poetas del siglo vin, a poco de in tro d u c irse el alfabeto en G recia, se rem ansa en los p o em as ép ico s q u e g u a rd a n las h uellas de la co m p o sició n a n te rio r o ral. El p o eta, g u ard iá n de u n saber trad icio n al, no inventa, sin o q u e rep ite te m as y evoca fig u ras d iv in a s y heroicas de to d o s co n o cid as, a) tiem po q ue reitera fórm ulas épicas y se acoge al p atro c in io de las M usas, p ara que ellas garan t icen la v eracid ad d e sus palab ras. R ecordem os có m o H o m ero c o ­ rn icn/.a in v o c a n d o a la M usa, y c ó m o 1le sío d o n os cuenta q u e fu ero n las M usas q u ien es se le a p a re c ie ro n en el m onte H elicón p ara confiarle la m isión d e tra n s m itir el verídico y o rd e n a d o m en saje m ítico d e la Teogonia y d e Trabajos y días. l.a c o n s id e ra c ió n de q u ié n e s so n los en c a rg a d o s de la tra n sm isió n y p reserv ació n de los m itos, y la reflexión sobre las co n d icio n es so c io cu ltu rales en cjue esta tarea se cum ple, so n d éla m ayor im p o rta n cia para explicar las características p ec u lia re s d e una m itología, l.os m ito s reflejan sie m p re la sociedad cjue los creó y los m antiene. Por ot ro lado, a pesar d e su afán p o r m antenerse inalterados, a pesar de su anhelo de reh u ir lo h istórico, los m ito s se van a lteran d o a través de los sucesivos recuentos. A hora bien, la tra n sm isió n y el p au lati­ n o alterarse de los m itos se han v isto afectados en la socie­ d ad h elénica p o r tres factores d eterm in a n tes: el p rim e ro es q u e fu eran los p o etas los g u a rd ia n e s de los m itos; esta rela­ ción en tre la m itología y la poesía h a conferido a aquélla una inusitada l ibertad. En segu n d o lugar, la aparición de la escri­ tu ra alfab ética ha sig n ific ad o u n a rev o lu c ió n en la c u ltu ra griega; c o n ello la m itología q u e d a u n id a a la lite ra tu ra y expuesta a la crítica y la ironía, com o no lo e*stá en ot ras cu l­ tu ra s d o n d e la tran sm isió n es oral υ bien está ligada a un li­ b ro ca n ó n ic o o un canon d o g m ático . En tc rc cr lugar, está la ap arició n de la filosofía y el racio n alism o en la Jonia del si­ glo vi a.C. y su p rolongación en la ilu stració n sofística y la fi­

32

I. D H J N IC IO N K S

losofía p o sterior, q u e in te n ta d a r u n a ex plicación del m u n ­ d o y la vida h u m a n a m ed ian te la raz ó n , en un p roceso c r íti­ co do e n fre n ta m ie n to al sab er m ítico, lisa larga d isp u ta e n tre el ló g o sy e I m ythos resulta característica d e la cu ltu ra grícgu, y ha sid o o b jeto d e b rilla n tes y p ro fu n d o s estu d io s. C re o q u e e n este m o m e n to p o d e m o s d e ja r d e lado este p u n to p ara en fo car el o tro , el de la ap a rició n de la escritu ra, y lo q u e este hech o decisivo c u ltu ra lm e n te significa en rela­ ción c o n la m ito lo g ía. S ubray em o s q ue e s decisivo q u e se trate d e un sistem a d e escritu ra alfabético, no de υ η sistem a gráfico co m plicado com o el que h abía existid o en el m u n d o m icénico y m in o ico u n o s siglos antes, fu n d ad o en un silab a­ rio de uso restrin g id o y q ue se p e rd ió fácilm ente. La a p a ric ió n de la e s c ritu ra significa u n e n o rm e avance cu ltu ral, y no vam os a in sistir en los aspee tos m ás obvios de este p ro g re so . Tan só lo q u ere rn o s aq u í su b ra y a r qu e, e n lo que resp ecta a la m ito lo g ía , la fijación y reco g id a en u n re ­ p e rto rio escrito del acerv o q u e la m e m o ria colectiva tr a n s ­ m itía o ra lm e n te significa u n a q u ie b ra e n la tra d ic ió n . N o sólo es el fin d e la p alab ra viva co m o base del recu erd o , sin o el co m ien zo d e la crítica y d e la disolución de lo m ít ico. Kn el caso g rieg o ese p ro ce so se p rese n ta m uy claram e n te . H asta q u e la civilización d e la e sc ritu ra acab a im p o n ié n d o se com o m ed io cu ltu ral p o r excelencia tra n sc u rre n u n o s siglos. K nel siglo v in se in tro d u c e la e s c ritu ra alfab ética en G recia, co n un alfabeto d e ab olengo fenicio q u e los g riegos perfeccio n a­ ron, al a ñ a d ir los sig n o s p a ra n o ta r las vocales (q u e faltaban en el sistem a u tiliza d o p ara un lenguaje se m ítico ), p ero no es h asta finales del siglo v c u a n d o la m entalidad griega a b a n ­ do n a la c u ltu ra d e la o ralid ad . F.n ese p ro ceso c u ltu ra l, q ue ha sid o bien estu d ia d o (p o r J. G oody, con ca rácter m ás gene* ral, e n The D om estication o f the Savage M ind, C a m b rid g e 1977, tra d , esp., 1985; K. H avelock, en Preface to Plato, 1963, y en A u x origines de la civilisation écrite e n Occident, 1974, en tra d , franc., Paris» 1981, y M. D etien n e , en L 'invention de

i. U T R A t > li: ió N M m > 1 . 0 t ílC A HN C R H 'I A

.U

la mythologie, París, 1981), se forja u n a nueva m an era do e n ­ focar to d o el p asad o y el presente. La poesía m ism a ad q u iere una renovada lib ertad y u n an h elo de originalidad» q u e no es incom patible co n su afán de tra n s m itir el re p e rto rio m ítico. Pero, p o r p o n e r u n ejemplo» el p oeta lírico F.stesícoro p u d o inventarse u na nueva v ersión del ra p to do 1M e n a (según la cual n o fue a ella, sin o a un d o b le fan ta sm a l, un e n g a ñ o d e los dioses, a q u ien llevó Paris a Troya, y fue p o r este fan ta s­ m a p o r lo que co m b a tie ro n griegos y tro y an o s en la fam osa g u erra d u ra n te diez añ o s), p o rq u e y a la v ersión trad icio n al, ca n ta d a p o r o tro s, p o d ía a d m itir la com p eten cia con o tras, en una po esía q u e se escribe. El p o eta no es só lo un reco rd a­ d o s sin o un cre a d o r m á s que u n cantor, ao'uiós, es u n p oeta, poietés, y la in sp ira ció n es m ucho m ás que m e m o r ia ,8.

Mitología y literatura ΛΙ e n fre n ta rn o s con la tra d ic ió n m ito ló g ic a de la a n tig u a (¡recia carecem os, co m o es o b v io resaltar, de esa p ro x im i­ dad q u e B. M alinow ski señalaba co m o un privilegio y v en ta­ ja del an tro p ó lo g o q u e viaja a la región de u n pueblo p rim iti­ vo y allí e s tu d ia los m ito s in d íg e n as so b re el te rren o . N o ten em o s a m a n o , c o m o creía te n o r M alinow ski, al m ism o «hacedor de m itos». Los m yth o p o to ídel viejo m u n d o h elén i­ co nos caen m uy lejanos, y te n em o s que co n te n ta rn o s con lo que n o s han legado, gracias al refinado a r te literario propio, y tal co m o n o s lo h an legado, con u n a rep rese n tac ió n p o co ingenua. Junto a los g ra n d e s tex to s do H esío d o y H om ero, tenem os m uchos o tro s q ue nos hablan de los m ito s - to d a la literatu ra clásica habla in cesan tem en te d e ellos-» p ero m u ­ chas veces c o n alu sio n e s y c o n fra g m e n to s d e u n d isc u rso in te rru m p id o . Ks u n a ta re a a rd u a d e sc ifra r este m ensaje tru n c o y p o ético . Las n o tic ia s p u e d e n c o m p letarse con las im ágenes q u e nos su m in istra la arqueología, y eso s (estim o-

34

I. O H H N U IO N I *

nios p lástico s del a r te a n tig u o son d e un in te rés m u y alto p ara n u estro co n o cim ien to d e la m itología. Pero M alinow ski ten ía raz ó n . C arecem os de un tra to d i­ recto con la n a rra c ió n m ítica origin aria. M ediatizado p o r la trad ició n poética y la plástica* en el m arco de u n a civilización de la escritura, el rep e rto rio m ítico d e los griegos se n o s p re ­ sen ta con u na sin g u lar aureola de lib ertad y d e ironía, una li­ b e rta d y v ariabilidad que es consecuencia de lo ya apuntado, fu n d am e n talm en te p o r su relación con el m u n d o de la p o e­ sía. lis, p o r o tro lado, bien n o to rio que la literatu ra selecciona entre las variantes m íticas y, e n un país fragm entado política­ m en te com o era (¡recia, escoge ta m b ié n e n tre las variantes locales d e las tradiciones, p refirien d o , cu a n d o se trata de un p o e ta del A tica, las v aria n tes atenienses, p o n g o p o r caso, o d e jan d o en la so m b ra c ie rto s asp ecto s de los relatos q ue el p o eta prefiere, por razones m o m e n tá n ea s o e n atención a su público, silenciar, o llegando en algún caso a cen su rar y m o ­ d ificar un m ito tradicional p o r razones de m oralidad. P ode­ m os en c o n tra r ejem plos de to d o esto. M encionarem os, com o caso bien conocido, c ó m o los autores trágicos prefieren ver­ siones atenienses, o có m o en los p o em as hom éricos h an q u e ­ d ado m arg inados dioses tan d e p rim e ra fila com o D ioniso o D em éter, p o rq u e el p o eta co nsideró q u e no interesaban a un p ú b lic o a ris to c rá tic o , o b ie n p o rq u e e ra n m ás p ro p io s de un ám b ito cam pesino que del belicoso escenario d o n d e ac tú ­ an los héroes y los o tro s olím picos. I to rnero h a m odificado sus relato s aju stá n d o lo s al g u sto de su s au d ito res, co m o los trag e d ió g rafo s ex p o n ían su v ersión cívica d e los ep iso d io s heroicos, venidos de u n m u n d o arcaico al teatro ateniense. Y un p o e ta tan c o n serv ad o r y p ia d o so com o P ín d aro p u ed e m o d ificar u n ep iso d io m ítico, com o hace en la í, para ajustarlo a una versión m oralizada. (A P índaro le escan ­ daliza q u e u n a diosa co m o D em éter se za m p a ra un b o ca d o del h o m b ro d e Pélope; prefiere su p o n e r que el d io s Poseidón, en am o riscad o del jovencito, lo raptó.)

2. Ι Λ r U A D K .lO N . M IIO L f t ilC A I N (iK IiC lA

35

Ahora bien, quizás algunos lectores piensen, com o C. I.éviStrauss, q u e la e s tru c tu ra ele un m ito p erm a n ec e invariable a lo largo de sus versiones y que el esq u em a fu n d am en tal se m an tien e sie m p re idén tico . S o specho q u e en la d e m o s tr a ­ ción de esa tesis se in c u rre en un círculo vicioso, ya q ue se llam a esq u em a fu n d am e n tal a lo q u e efectivam ente p e rm a ­ nece. Pero, b u en o , dejém oslo com o un problem a. ¿Es q ue la tram a del m ito de iidipo, desde la épica a las versiones l râgicus, y luego al fam oso «com plejo» (que, desde luego, n o pudo c o ­ nocer el h éro e del m ito, n iñ o expósito y exiliado voluntario), está in a lte ra d a e n las rep e tid as evocacio n es literaria s g r ie ­ gas? ¿Son las v a ria c io n e s d e un m ito ta n sólo alterac io n e s m arginales? lin to d o caso, q u ed a claro q u e la lite ra tu ra a n tig u a se co n stru y e sobre el h u m u s fértil d e la m itología, y lo d o s los géneros p o ético s an tig u o s (la épica, la lírica coral y la trag e­ d ia) fu n d an en ese su b stra to sus arg u m e n to s. Frente a la tr a ­ d ición m ítica se h a n co n stitu id o luego la filosofía, la historia y las in v estigaciones científicas to m o saberes crítico s y r a ­ cionales. Se h an cre ad o frente a los m ito s, en o p o sic ió n a ellos, en busca d e una nueva explicació n , fu n d a d a en la r a ­ zón, no en la trad ició n . C o m o decía H eraclito, «los ojos son testim o n io s m ás firm es q u e los oídos». L os géneros de la li­ teratu ra d e ficción, d esv in cu lad o s del acervo m ítico, son, en general (d e ja n d o a un lad o el cu e n to p o p u la r), p o sterio res. Iin la C o m edia N ueva, en la lírica bucólica, y en la novela h e ­ lenística y ta rd ía , ya se in v en tan los co n te n id o s. Pero estos géneros so n ya postclásicos en la cu ltu ra griega. N o es casual que el té rm in o griego usual p ara «argum ento» (d e u na ob ra teatral) sea m ythos (así, p o r ejem plo, en 1« Poética d e A ristó ­ teles). P o r lo d e m á s, la ta rd ía a p a ric ió n de la literatu ra de ficción es un rasgo ca racterístico del m u n d o g riego, en o p o ­ sición al m u n d o m o d e rn o . La literatu ra griega clásica y a r ­ caica estaba d irig id a a u n público am plio, a un au d ito rio c iu ­ dadano, y tuvo siem pre u n a v ertien te educativa; la literal ura

36

I. D H M N int >NhS

fue, e n G recia, paideía y m ousiké; es d ecir, « fo rm a ció n » y «arte d e las m usas» (en el se n tid o antes in d ic ad o ). L itera tu ­ ra es u n té rm in o latin o , que en g rieg o en c u e n tra u n p a ra le ­ lo en g ra m tn a tiké , q u e sig n ifica « g ram ática» , y ta m b ié n « le ctu ra e in te rp re ta c ió n d e textos»; es decir, u n s e n tid o m uy lim itado. Los po etas fueron entonces los educadores del pueblo, y la paideía trad icio n a l se fu n d ab a en un b u e n co nocim iento de la poesía, la h o m érica an te todo. La poesía, a su vez, se e n ra i­ zaba e n el recu erd o de los m itos. También las tragedias e s ta ­ b an h ec h as so b re ellos, a veces a través d e versiones épicas rep resen tad as p o r episodios. E squilo decía que su s d ra m a s era « reb an ad as del festín de llo in e ro » . Q u erem o s insistir en la fu n ció n colectiva del teatro trágico, q u e fue, n o se olvide, un te atro cívico y popular. Las trag e d ias se rep rese n tab a n en u n m arco ciu d a d a n o , el te atro de D io n iso al p ie de la A cró p o lis, y en u n a s fiestas cívicas, las d io n isíac as, an te u n a u d ito rio q ue e ra to d a la ciu d ad . La rep rese n tac ió n co n serv ab a, e n su m arco festivo, m uch o s elem entos religiosos. Y es interesante q u e fue ju s ta ­ m ente u n a polis dem o crática co m o A tenas la q u e velaba o fi­ cialm en te p o r esas represen tacio n es teatrales. M ientras q ue no se p re o c u p a b a p o r facilitar el aprendizaje de la lectu ra y la escritu ra, es decir, las g rd m m a ta , ni siquiera a u n nivel ele­ m en ta], p ro p o rc io n a n d o u n a e n s e ñ a n z a g en eral y g ra tu ita (com o sí se hizo en la colonia p an h e lé m ca de T urio s), sin o que tal cosa q u ed a b a al a rb itrio y conven iencia p a rtic u la r de los c iu d a d a n o s, el E sta d o aten ie n se velaba p o r el te atro , com o si éste fuera un fu n d a m e n to de la cu ltu ra y la sociabili­ d ad , co m o alg o fu n d a m e n ta l en la paideía c o m u n ita ria . El E stado proveía a todos los gastos de las representaciones te a­ trales, en el m a rc o de la fiesta d io n isía c a , m e d ia n te el im ­ p u esto de las corcgías, q u e rccaía sobre los ciu d a d a n o s m ás ricos, cad a añ o . Tam bién p o r en carg o estatal, en el m arco de las fiestas de las P anateneas, se rec itab a n los p o em as h o m é ­

Z. I.A T R A P K IIO K M IT O L Ó fitC A K \ « R E C IA

37

ricos. Q u é e x tru ñ o c a s o e s tc :e ld e una d em ocracia q ue recu ­ p era y reclam a com o base educativa la rem em o ració n d e los m ito s heroicos» de claro origen aristocrático, y trata de enfo­ carlos desd e la ó p tic a cívica, en un am biente d em o crático e ig u alitario . I.a épica y la tra g e d ia - y ta m b ié n la lírica coral d o r ia - fu eron no só lo form as d e a rte , sin o ta m b ié n in stitu ­ ciones sociales con v alo r educativo. I.os m ito s h ablaban de héro es y d e dioses, q u e h ab ían ac­ tu a d o en u n tiem po rem o to , p ero en sus d ram á tic as escenas plantean conflictos d e valores en los q u e se m u e stra p a ra d ig ­ m á ticam en te la trágica con d ició n del hom bre. Ese cruce de d o s tiem p o s -el del m ito y el presente c iu d a d a n o - y la im b ri­ cació n d e lo h u m a n o en lo hero ico , y viceversa, sirv en a la ed u cació n m e d ia n te la reflexión y la p u rifica ció n afectiva, q u e A ristó teles s u p o re c o n o c e r tan ad m ira b le m e n te . Esa kdtharsis, o purificación, es u n o de los efectos del arte trág i­ co siem pre. La fiesta y el d ra m a , m ed ian te la m im esis teatral o litú rg ica, evocan los m itos, con u n a u ra religiosa m ás o m en o s acentuada. La fiesta en q u e se rep resen ta la tragedia conserva m u ch o de ritu al. E stá p resid id a p o r el sa c e rd o te d e D ioniso, que o c u p a u n asien to especial e n la p rim e ra fila del au d ito rio , com ienza c o n un sacrificio so b re el a lta r q u e esta en el cen­ tro de la orchestra, d elante d e la escena, tien e unos orígenes en rito s sag ra d o s (sean cuales fu e ra n ) y m a n tie n e elem entos arcaico s co m o las m á sc a ra s, los co ro s, la presen cia de los dioses, etc. C onviene no o lv id a r esto, ni tam poco, en c o n tra ­ p a rtid a , q u e to d o eso se v a c o n v irtie n d o e n reliquias, al tiem p o q u e a u m en ta la crítica a los m itos, especialm ente en Eurípides. Es cierto q ue la literatu ra , con ese carácter crítico y lúdico q u e le es p ro p io , c o n su te n d e n c ia a b u sc a r lo nuevo, lo so rp re n d en te, lo o rig in a l (d e n tro d e ciertos m árgenes) y su progresiva ironía, va d esg asta n d o el fondo m ilico. Pero los m itos son evocados com o base de la representación y m a n ­

i. m a i N i u o s T s

tienen una función social -s im ila r a esa en que tan to h an in­ sistido antropólogos com o M alinowski- hasta los finales del si­ glo IV, c u a n d o se da la crisis del sent ido t rágico, qu e tie n e en E urípides a su nuis c laro ex p o líen te. Los a n tig u o s fu ero n hien conscientes d e e sa significación del te a tro .‘lbdavía en la co m ed ia d e A ristófanes, Las ranas» q u e es del a ñ o 404 a,C., c u a n d o en la escena discu ten sus m éritos respectivos E sq u i­ lo y E urípides an te el d io s del teatro , D ioniso, q u e ha bajado al I iad es p ara resu citar al m ás valioso d e ellos, es el ca rácter de « ed u cad or del pueblo» lo q u e d ec id e el pleito, a favor de Ksquiio. Por eso la crisis de la tragedia, q ue es la crisis del se n tid o m ilico, com o subrayó F. N ietzsche, es u n a crisis de lo colec­ tivo, en la q u e to d o un m o d o d e e n te n d e r el m u n d o , atacad o p o r la crítica rac io n alista de la Sofística, q u e d a en e n tre d i­ cho. I.a ru in a del saber m ítico, es decir, la p érd id a de te en los m itos, provoca una q u ieb ra en la conciencia colectiva; p ero el in d iv id u alism o crítico y el o p tim ism o de la ilu stració n so ­ fística o b tie n en una victo ria endeble, ya q ue su s logros d ifí­ cilm en te p u ed e n satisfacer las an sias d e los c iu d a d a n o s en esa crisis de los valores q u e coincide con la agonía de la polis com o c o m u n id a d lib re y au to su llcien te . También P latón, con su perspicacia h ab itu al, revela su re­ co n o cim ien to d e q ue la educación p o p u la r estab a en m an o s de los po etas, al p ro p o n e r la expulsión d e éstos de la ciu d ad ideal, tal com o se p ostu la en la República. HI filósofo es m uy co n scien te de los riesgos que esa tra d ic ió n p o é tic a su p o n e para un Estado q u e preten d e alcan zar u n a norm ativ a nueva, m ed ian te una rac io n alid ad to tal. Los p o etas, relatores im p e ­ nitentes de las v iejas histo rias d e la m itología, d e esas n a r r a ­ ciones q u e son escandalosas a la luz de I a m oral y p e r tu r b a ­ d o ras d esd e la ó p tic a d e la p ed a g o g ía rac io n al, deb en ser cen su rad o s. Kn vina c iu d a d que será g o b ern a d a p o r sabios, los p o e ta s y sus m itos lian de s e r ev a cu a d o s, p o rq u e co m o co m p etid o res d e los filósofos e n la ta re a educativa son peli-

i. 1Λ « R A M I O S M IT O I.O l.IC A F-N liltU U A

.39

grosos c in útiles, a los ojo s del ¡lustrado Platón. N o hay ta m ­ poco lu g ar n i p a p e l ed u cativ o p a ra los viejos y fan tásticos m itos e n esa ciu d ad ideal. A nos nuts ta rd e, ya ei i m i vejez, vuelve Plutón a esbozar un cu ad ro de la c iu d a d ó p tim a , poro esta ve?, es m ás ca u to en sus p ro p u esta s, tal vez p o rq u e n o cree ya en el triu n fo d e la utopía rad ical, y aq u í e n las Leyes, en lu g ar de la supresión por d estie rro d e los poetas, hace la p ro p u esta d e que se e s ta ­ blezca u n control y u na ce n su ra de la m itología tradicional. Kl viejo filósofo parece ad v e rtir bien la función social de esas n arracio n es m íticas q u e los an cian o s tra n sm ite n , ju n to a los poetas, a las g en eracio n es m ás jóvenes, que im p reg n an to d a una explicación del m u n d o y la vida colectiva, y e s bien co n s­ ciente d e la fu erza de ese saber d itu n d id o a travos de la piló­ me, el ru m o r, ta n p o d e ro so en la vida c o m u n ita ria . P latón no tra ta ya de e rra d ic a r p o r com pleto ese legado m ítico, sino tan só lo p re te n d e q u e el listad o lo co n tro le y lo oriento, un tanto, d iría m o s n o so tro s, m aquiavélicam ente, para su mejo ra p ro v e c h a m ie n to e d u c a tiv o P lató n sugiere q ue el lista d o pu ed e crear y d ifu n d ir sus p ro p io s m itos -c o m o el fam oso m ito d e las varias clases de c iu d a d a n o s c o n n a tu ra le z a s d is tin ta s , u n o s d e oro, o tro s de plata y o tro s de bronce, que ex pone en el libro III tic la / p o d e ro so s m o n stru o s d e estos p rim e ro s tie m p o s, h e r ­ m an o s de los C íclopes y de los T itanes. H esío d o reíala a c o n tin u a c ió n la castració n y d e s tro n a ­ m ien to d e U rano p o r C rono, el m ás astu to de o s T itanes, que libra así a su m ad re G ea y a sus h erm an o s del so m etim iento

76

II. N C r U A S Y M O T IV O S

brutal a su progenitor. Con una hoz enorm e y de afilados dientes segó ( ’roño los genitales del opresivo Urano» y los arrojó a alta mar. De la espum a surgió entonces Afrodita, que se dirigió en prim er lugar a C iterea y la isla de Chipre, de donde proviene su sobrenom bre de C ipria. En su nacimiento yen su presentación ante los dioses la acom pañaban H ím eroy Eros, para corroborar su poder en el dom inio del amor. Viene luego en el relato eJ tem a d e los hijos de la Noche. De nuevo voy a d ar unas cuantas líneas del texto, porque me parece que tam bién en este esbozo genealógico se advierte bien ese afán explicativo y teológico de I lesíodo, reclaborando datos m uy ant iguos: P a rió la N o ch e al M a ld ito M o ro s, a la N e g ra K er y a T á n a to s, p a rió ta m b ié n a H ip n o s y e n g e n d ró la trib u d e los S u eñ o s. L uego la d io ­ sa, la o sc u ra N o ch e, d io a lu z sin a c o s ta rs e c o n n a d ie a la B urla, al d o lo ro s o L a m e n to , y a las H e sp e rid e s q u e , al o tr o la d o del ilu stre O céa n o , c u id a n las bellas m a n z a n a s d e o r o y los á rb o le s q u e p r o d u ­ c e n el fru to . P arió ig u a lm e n te a las M o ira s y a la s K eres, v e n g a d o ra s im p la ­ cables: a Ç lo to , a L áq u esis y a A tro p o q u e c o n c e d e n a los m o rta le s, c u a n d o n a cen , la p o se sió n del b ien y d e 1m al y p e rsig u e n los d e lito s d e los h o m b re s y d io se s. N u n c a cejan las d io sa s en su te rrib le cólera a n te s d e a p lic a r u n a m a rg o castig o a q u ¡en c o m e te delito s. T a m b ié n a lu m b ró a N ém esis, a z o te p a ra los h o m b r e s m o rta le s, la fu n e sta N o c h e . D e s p u é s d e ella tu v o al E n g a ñ o , la T e rn u r a y la fu n esta V ejez, y e n g e n d ró a la a s tu ta P.ris. P o r s u p a rte , la m a ld ita líris p a rió a la d o lo ro s a P atiga, al O lv i­ d o , al H a m b r e y lo s D o lo re s q u e c a u s a n lla n to , a lo s C o m b a te s , G uerras» M a ta n z a s, M a sacres, O d io s, M e n tira s , D isc u rso s, A m b i­ g ü e d a d e s , al D e so rd e n y la D e s tru c c ió n , c o m p a ñ e ro s in se p arab les, y al J u ra m e n to , el q u e m ás d o lo re s p r o p o rc io n a a los h o m b re s d e la tie rra sie m p re q u e a lg u n o p e rju ra volu n ta ria m e n te . (V v. 2 11-213.)

No hay en la mitología griega n inguna divinidad del mal, ningún Satanás o A hrim án, que capitanee una tu rb a de d e­ m onios m alignos, pero hay toda u n a serie de personajes que

4, Ι.Λ I k i W f f l f A : h J U j V t M A «¡FN H RAI. Y T IB IA S l 'R lN U P A U '. S

77

H esiodo rem em ora com o procuradores del lado oscuro de la existencia. Son hijos de la Noche, se mueven en silencio, pero acosan a los hum anos y asedian su destino. Siempre al final están las Moiras: la tejedora, la distribuidora de la suer­ te y la cortadora del hilo de la vida, las tres Parcas im placa­ bles, Cloto, Láquesis y Atropo. En este catálogo figuran una serie de personificaciones, com o la Vejez, el Engaño, el Olvido, el í tam bre, etc., pero es Lris, la Discordia, la que, en la retahila de nom bres evocada p o r el poeta, alcanza un lugar destacado. Hs la Discordia, la causa de innum erables males entre los hum anos, una diosa antigua y malévola -alg o así com o la bruja irritada de cier­ tos cuentos de h ad a s-, la que se m uestra m ás prolífica, para desdicha hum ana. (Le interesa a Hesíodo, p o r motivos per­ sonales, destacar su papel en los conflictos, y volverá sobre ello en Trabajos y días, con ot ro acento.) Prosiguen los catálogos de dioses de segunda y tercera ge­ neración: hijos de Gea y Ponto (w . 233-239), Nereidas (240264), hijos de Taum ante y Plectra (265-269), descendientes de Ceto y Porcis (270-336), hijos de Tetis y O céano (337370), hijos de 'lea c H iperión (371 -374), hijos de Crío y Kuribia (375-388), hijos de Pebe y Ceos (404-452) e hijos de C ro­ no y Rea (453-506), seguidos de los de Jápeto y Clímene (507-534). E ncontram os aquí un ejem plo de esa poesía de catálogo, con largas nom enclaturas, muy del gusto de este tipo de repertorios. La genealogía es la form a por excelencia de relacionar a todas estas divinidades, en tre las que se en­ cu en tran personajes de muy diverso relieve; así, por ejem ­ plo, tras m encionar a las cincuenta O ceánides Nereidas, el poeta dedica m uy breve espacio a los vástagos de H iperión, nada m enos que I íelio y Selene, Sol y Luna, de tanto fulgor cósm ico, y luego introduce alguna digresión, com o el H im ­ no a Hécate (410-453). Al tratar de la descendencia de C ro n o y Rea, el poem a pasa ya a hablar de Zeus, de su ocultam ienlo infantil, de su

II. N C ÎU k A S Y M O T IV O S

infancia en C reía y de su enfrentam iento p osterior con C ro­ no, al que derrocó, obligándole a vom itar a sus hermanos» a los que p ara elim inarlos se había tragado, así com o liberó tam bién a los Cíclopes, ocultos por lacnorm e Cea, para esta­ blecer su reinado sobre m oríales e inm ortales, Viene luego el relato sobre Prom eteo (535-616). La razón p o r la que se cuente antes su genealogía es» evidentem ente, la de presentarnos a la familia de este dios astuto, adversario de Zeus, no p o r la violencia, sino en el plano de la astucia. So­ bre este m ito de Prom eteo, tan atractivo p o r su sentido m ú l­ tiple, volverem os m ás adelante. Situado en este p unto de la sirve p ara reco rd ar la posición de los h om bres frente a los dioses y para preludiar el relato de las luchas por la soberanía celeste a las que Zeus tiene que enfrentarse para obten er el p o d er indiscutible, sobre el m undo de los dioses, dom esticado tras la contienda, y sobre los hom bres efím eros y terrestres. Las luchas por el p o d er celeste76 -q u e en algún m odo ya estaban com enzadas con la castración de U rano por Crono, y p o r el d errocam iento de éste p o r su hijo Z eus-1 ienen ah o ­ ra dos nuevos episodios: el com bate cont ra los Titanes o Titan om aquia (617-728), que va seguido de la descripción del T ártaro som brío (729-819), y la batalla co ntra el m o n stru o ­ so Tifón (820-868). Breve excurso sobre sus hijos, los vien­ tos (869-885), Iras estos com bates de te rrib le violencia, en los que triu n fa ya p ara siem pre Zeus, se no* habla de la cu a rta ge­ n eració n d e dioses, los hijos de Zeus, la fam ilia olím pica. Son algo m enos d e cien versos (886-962) los que H esíodo dedica a estos dioses de la generación m ás joven, los dioses que vem os m overse en H om ero com o los Felices In m o rta ­ les d e vida fácil, ag ru p ad o s en torno a la égida del padre, el justiciero Zeus. Me parece conveniente volver al texto de H esíodo para ci­ tar, según él lo cuenta, las divinidades que nacen de Zeus:

I. U

ÎÎÜ Ü O .V fa ; I SQ L'P M A (¡ΓΝΓ-RAI Y TI-M AS PRÎNCIPAI.KS

79

Z eu s, re y d e d io se s, to m ó c o m o p r im e ra e sp o sa a M etis, la m á s s a ­ bia d e lo s d io se s y h o m b r e s m o ría le s . M as c u a n d o ya faltab a p o c o p a ra q u e n a c ie ra la d io sa A ten ea d e o jo s glaucos, e n g a ñ a n d o a s tu ta ­ m e n te su e s p íritu c o n la d in a s p a la b ra s, Zeus se la tra g ó p o r in d ic a ­ ció n d e G ea y d el e s tre lla d o U ra n o . A sí se lo a c o n s e ja ro n a m b o s p a ra q u e n in g ú n o tr o d e los d io se s se m p ite rn o s tu v ie ra la d ig n id a d real en lu g a r d e Z eus. P u e s e s ta b a d e c r e ta d o q u e n a c ie ra n d e ella h ijo s m u y p ru d e n tes: p r im e ro la d o n c e lla d e o jo s g la u c o s T rilo g e n ia q u e ig u ala a su p a d r e en c o ra je y sa b ia d e c is ió n , y lu eg o , era tic e s p e ra r q u e u n hijo, rey tie d io se s y h o m b r e s c o n a r ro g a n te c o ra z ó n . P e ro Z e u s se la tr a ­ g ó a n te s p u ra q u e la d io sa le a v is a ra sie m p re d e lo b u e n o y lo m alo. Un s e g u n d o lu g a r, se llev ó a la b r illa n te T e m is q u e p a r ió a las l lo r a s , E u n o m ía , D ik e ν la flo re c ie n te Ivi ren e, las c u a le s p ro te g e n las c o s e c h a s d e lo s h o m b r e s m o rta le s , y a las M o ira s, a las q u e Z eus o to rg ó la m a y o r d is tin c ió n , a C lo to , L iq u e a s y A tro p o , q u e c o n c e ­ d e n a lo s h o m b r e s m o rta le s el s e r felices y d esg rac ia d o s, Iv u rín o m e , h ija d el O c é a n o , d e e n c a n ta d o r a b e lle z a , le d io las t r e s G ra c ia s d e h e r m o s a s m e jilla s, A glaya, H u f ró s in e y la d e lic io ­ sa T alía .

Luego subió al lecho de Deméter nutrida de muchos. É sta p a r ió a P e rsé fo n e d e b la n c o s brazos» a la q u e U doneo a r r e ­ b a tó d el la d o d e su m a d re ; el p r u d e n te Z eus se lo h a b ía c o n c e d id o . T a m b ié n h izo el a m o r a M n e m ó s in e d e h e r m o s o s c ab ello s y de ella n a c ie ro n las n u e v e M u sa s d e d o r a d a fre n te a las q u e e n c a n ta n las fie sta s y el p la c e r del c a n to . L oto p a r ió a A p o lo y a la fle c h a d o ra A rtem is, p ro le m a s d e s e a ­ b le q u e to d o s lo s d e s c e n d ie n te s d e U ra n o , e n c o n ta c to a m o r o s o c o n Z e u s p o r ta d o r d e la ég id a. F.ii ú ltim o lu g a r to m ó p o r e s p o sa a la flo recien te 1le ra ; ésta p a ­ rió a 1 le b e , A r e s e I litía e n c o n ta c to a m o r o s o co n el re y d e d io se s y

h o m b re s . Y él, d e su c a b e z a , d io a lu z a A te n e a de o jo s g la u c o s , te rrib le , b elico sa, c o n d u c to r a d e e jé rc ito s, in v en cib le y a u g u s ta , A la q u e e n ­ c a n ta n lo s tu m u lto s , g u e r ra s y b atallas. I le ra d io a luz, sin tr a to a m o r o s o - e s ta b a fu rio s a e ir rita d a co n s u e s p o s o - , a I le fe sto , q u e d e s ta c a e n tr e to d o s lo s d e s c e n d ie n te s de U r a n o p o r la d e s tre z a d e s u s m a n o s . 1 ... 1T a m b ié n co n Z eu s, la A tlá n tid e M aya p a rió al ilu stre M er­ m e s, h e ra ld o d e lo s I n m o rta lc s , s u b ie n d o al sa g ra d o lecho.

II. HU U KAN Y M O T IV O S

Y la C a d m e a Sdmclc» ig u a lm e n te en (ra to a m o ro s o c o n él, d io a Iu/, a u n ilu s tre h ijo , el m u y r is u e ñ o D io n is o , u n in m o rta l, sie n d o ella m o rta l. A h o ra a m b o s so n dioses. A lc m e n a p a r ió al f o r n id o H e ra c le s e n c o n t a d o a m o r o s o c o n Z eu s a n io n to n a d o r d e n u b e s . (V v. 886-929 y 938-944.)

Vienen a co n tin u ació n una breve relación de m a trim o ­ nios entro diosos y su progenie, un catálogo do héroes y un com ienzo υ proem io al catálogo do las heroínas (945-1022). No sabem os si ahí concluía la Teogonia, o bien falta el final del poem a. Sí que queda concluido, tras la m ención de los hijos de Zeus y los héroes más famosos, el relato sobre el o ri­ gen de los dioses y del cosm os divino y hum ano. A p artir del arché form ado por el Caos y Gea, el poeta ha desarrollado el proceso de la creación hasta esa etapa final, en la que el sem ­ piterno gobierno de / c u s da definitiva form a y estabilidad a lo existente. lil triunfo de Zeus, com o ya dijim os, significa la instauración de un o rd en ; desdo los turbulentos T itanes al C rónida que ap ad rin a la Dike desde el O lim po hay una m ar­ cha que representa u na progresiva realización de la justicia y del o rd en 79. Ésa es la lección quo l lesíodo quiere m anifestar en su poem a, tan diestram ente ejecutado, dentro de las con­ venciones formales d e la com posición arcaica y épica. Después del relato acerca de los dioses colocaba H esíodo el catálogo de los héroes y de la heroínas. C om o hacen los mitólogos posteriores. Más cercanos a los hum anos, puesto que son m oríales, los héroes constituyen un eslabón entre los Inm ortales Felices y los hom bres que com en el fruto de la tierra. I.os héroes están condenados a la m uerte y al dolor, pero son ejem plares en su esfuerzo glorioso. De entre ellos, dos ocupan una posición especial, tan excepcional que han sido elevados a dioses: Dioniso y Heracles, que el poeta cita al final de las divinidades. I.a m itología heroica es especial­ m ente rica en episodios, y H esíodo no hace m ás que m en ­ cionar a los principales semidioses. Pero otros poem as épi-

■», I .A r F f H ; O A f M : K S g U I - W A < il : S m A r Y r K V 1 A S P R lN U P A l R S

81

cos hablaban de ellos m ás cum plidam ente, y la t ragedia y la lírica coral so nutrieron de esos m itos de hazañas heroicas, ofrecidas al recuento, la ilustración y la reflexión de diversas generaciones. «lis un elem ento com ún al m ito oriental an tig u o y a H esíodo la serie de generaciones que procede d e la pareja Cielo y Tierra, representando a las fuerzas desordenadas de la naturaleza, hasta llegar a una generación de varios dioses contem poráneos, a cuya cabeza se halla un dios suprem o, con cuyo reinado está relacionada la introducción d e un deter­ m inado orden com prensible para el hombre», señala K. von Fritz80, para destacar que el m ism o esquem a de fondo de la Teogonia tiene un cierto precedente en m itologías orienta­ les, com o lo tienen, notoriam ente, algunos de los tem as he» siódicos. Así, p o r ejem plo, el m otivo de la sucesión de tres dioses en el poder de los cielos (U rano-C rono-Zeus), y el de las generaciones de los hom bres, calificadas con nom bre de metales, en un proceso de decadencia, que el poeta cuen­ ta en Trabajos y días, o la lucha de Zeus contra el m onstruo Tifón. Sin duda tenem os que considerar los influjos de la m ito­ logía oriental en la o b ra hesiódica*1, y en la tradición oral que ella recoge, a la vez que conviene destacar ese anhelo de sistem atización, de ordenación global y do una perspectiva de explicación cósm ica que son rasgos de nu estro poeta y del pensam iento griego en sus inicios.

5. El mito de Prometeo

Com o los antropólogos han subrayado, los m itos tienen una función significativa en la vida de una sociedad prim itiva o arcaica: explican el m undo, justifican los hábitos y los ritos, ofrecen las causas de las paulas de com portam iento y relatan p o r qué las cosas son de un m odo determ in ad o . F.se valor etiológico y paradigm ático de los m itos es algo dem asiado conocido para que lo com entem os ahora. Tan sólo lo recor­ dam os para resaltar cóm o en algún m ito resulta evidente la carga etiológica subyacente a la narración. Éste es el caso del m ito de Prometeo, que expone el origen de 1res instituciones o, m ejor dicho, de tres acontecim ientos fundam entales para la cultura hum ana: el sacrificio, la posesión del fuego y la in­ troducción de la m ujer com o com pañera del h om bre82. Prom eteo, hijo del Titán Jápeto y d e la Oceánide Clímene, según la versión de la Teogonia (o bien un T itán, hijo de la T ierra m ism a, y, en ese supuesto, u n dios más antiguo que Zeus, según la versión recogida p o r Esquilo), es una d iv i­ n id ad de sin g u lar astucia y benevolencia hacia los h u m a ­ nos. Es, com o C rono, attkyíóméies, «de m ente retorcida», y su m ism o n om bre parece alu d ir a esa «previsión», prom étheta, o sa b id u ría div in a, un ta n to am bigua en su enA2

5. U -.vm oD K ΙΗΙΟΜΙΠΊ'.Ι)

8S

frentaniiento con el om nipotente /c u s , el providente, metteta Zeus. Esquilo lo califica com o «amigo de los hum anos», philtínthropos. En la batalla que enfrentó a Zeus con los Titanes, Prom e­ teo se puso de parte del C rónida frente a lo«s violentos Hijos de la Tierra y del Cielo, y así escapó luego al castigo que apri­ sionó a sus herm anos Menecio y Atlante, En efecto, el gigan­ tesco Allante quedó condenado a un etern o esfuerzo en los confines occidentales del m undo, condenado a so p o rtar so­ bre sus hom bros y su cabeza un extrem o de la cúpula celeste, inm óvil prisionero erguido en el m argen de O ccidente, com o P rom eteo lo será en O riente, en el Cáucaso. En con­ traste con la ciega fuerza de los Titanes, Prom eteo se distin ­ guió p o r su inteligencia y p o r ello se puso al lado de Zeus en la refriega p o r el dom inio celeste. Pero tam bién él va a enfrentarse con el sob eran o de los dioses. Sólo que con un pretexto singular: p o r proteger y be­ neficiar a los hum anos. El astuto Prom eteo intenta favorecer a estas efím eras criaturas más allá de lo que Zeus había dis­ puesto en su providente designio. H ubo tal vez una etapa en que la convivencia de los dioses y los hom bres fue más estre­ cha y confiada, pero llegado el m om ento en q u e unos y otros se distanciaron, Prom eteo asum ió un papel de árbitro en el conflicto, con una intención filantrópica y en m enoscabo de los dioses, es decir, en contra de Zeus. Para asegurar m ediante un rito solem ne las relaciones e n ­ tre los dioses y los hum anos, Prom eteo instituyó el prim er sacrificio, de una res bovina a la m anera d e un pacto de amistad por el que dioses y hom bres com partían el festín de las carnes de la víctim a, inm olada en h o n o r d e los olím picos p o r los terrestres m ortales. Fue en el llano d e Mekone, en la llan u ra de Argos, d o n d e se celebró ese p rim e r sacrificio. Prom eteo m ató un espléndido buey, y lo descuartizó hábil­ m ente. Luego repart ió en dos lotes las carnes de la res sacri­ ficada. En uno de ellos dispuso la carne y las entrañas del

II. l'H iU RA S Y M O T IV O S

anim al, y en otro los huesos y la grasa, bien recubiertos por la piel lustrosa, form ando un m ontón más aparente. Y lo dio a elegir a Zeus la parte destinada a los dioses. Ul Padre de los dioses y los hom bres, acaso po r seguir el juego a Prom eteo, escogió el m o n tó n más grueso, es decir, el que contenía los huesos y la grasa. Con esa elección que­ daba establecido que, desde entonces, así se cum pliera el sa­ crificio. Desde entonces los hum anos, en sus sacrificios do anim ales, quem an en honor de los l nm ortales sobre los alta­ res los huesos y la grasa de las víctim as, y los dioses reciben su parte del sacrificio por medio de la hum areda que asciende hasta los cielos. Pero Zeus se encolerizó terriblem ente al des­ cu b rir el engaño y la tram posa intención. «Ah, hijo de Jápeto, tú que sobro lodos destacas po r lu astucia, bien veo que no has olvidado aún tus m añas tram ­ posas», clam ó el furioso Crónida. Y, tom ando recuerdo re n ­ coroso del engaño, decidió castigar a los hum anos, retirán ­ doles la posesión del fuego. C om enzó entonces para éstos u n a etapa penosa y so m ­ bría, en la que, refugiados en cavernas y sin poder m ejorar la miseria de una existencia salvaje, ateridos de frío y sin fuego para cocinar sus alim entos, los hum anos se debatían am ena­ zados de angustia y extinción. Pero Prom eteo sintió com pa­ sión p o r los h um anos y de nuevo actuó p ara socorrerlos. H urtó unas chispas del fuego q u e los dioses guardaban -acaso del perenne fuego do I lofosto, o acaso del fogoso ca­ rro de Helios - y, atesorándolo en u n a hueca caña, lo tran s­ po rtó desde el cielo a la tierra y se lo ofreció a los hum anos. C uando Zeus desde lo alto vio brillar una hoguera sobre la tierra, volvió a encolerizarse contra Prom eteo y sus prote­ gidos. De nuevo, según Hesíodo, profirió sus am enazas cer­ teras: «¡Ah, hijo de Jápeto,tú que sobre todos destacas en as­ tucia, te alegras de haberm e b u rlad o con el robo del fuego! Poro h ab rá una gran desgracia p ara ti y p ara los hom bres del futuro. A ellos les pro p o rcio n aré un mal ya, a cam bio

5. κι

mito lit·: l’koMfîi-n

S5

del fuego, y con ¿1 se gozarán encariñándose con su propia desgracia». lid ió se a reír entonces el C rónida y llam ó a su hijo Hefcsto para encargarle la fabricación de una bella figura femeni­ na, sem ejante a las diosas en su aspecto y atractivo. Y orde­ nó a Atenea que enseñara a esta re d e n form ada las labores caseras, a A frodita que infundiera en ella gracia y seduc­ ción, a H erm es que la d otara de un talante desvergonzado y un ánim o taim ado y voluble. Y los dioses obedecieron sus m andatos. Y así surgió, ad o rn a d a po r to d o s, Pandora, la p rim era mujer, Su nom bre Pan-dora, Todo-regalo, alude a que recibió regalos de todos los dioses y que toda ella fue un regalo. Una vez construida y bien dotada la doncella, de irresisti­ ble encanto, Zeus encargó a H erm es que se la ofreciera a Hpim etco, el herm an o gem elo de Prom eteo -e l herm ano d is­ traído del Previsor, com o sugiere su n o m b re-. Kn contra de las advertencias que le había hecho tiste, Epim eteo aceptó el presente ofrecido p o r el dios y, cautivado po r los encantos de Pandora, la acogió en su casa, desposándola. Pero la bella Pandora llevaba adem ás consigo un don suplem entario: un ánfora en la que lo.s dioses habían escondido una serie de males. Y cuando la joven, guiada por su curiosidad, abrió ía jarra, éstos se esparcieron volando p o r el m undo. I.as enfer­ m edades y calam idades surgieron a la luz al levantar P ando­ ra la lapa de la vasija y se derram aro n sobre los hum anos. C uando ella presurosa la cerró de nuevo, sólo quedaba en el fondo la Esperanza. Desde entonces diez mil penas vagan entre los hum anos, y las enferm edades acosan a las gentes, en silencio y al azar. Pandora, prim era mujer, fue la introductora de tales m a­ les, y de un nuevo m odo de reproducción. (Antes los h o m ­ bres nacían d éla tierra, seguram ente.) Pue la prcdeccsoradc todo el linaje fem enino, de todas esas m ujeres seductoras y curiosas, d élas que ya no pudieron prescindir los hombres.

H6

II. H O U R a S Y M O T IV O S

Fue ese «herm oso m al», esa am bigua ventura que Zeus h a­ bía profetizado. Tam bién a Prom eteo le «sobrevino un trem endo castigo. Zeus ordenó que lu apresaran y clavaran sobre una escarpa­ da cima d d rem oto C.áucasu, donde Hefesto lo encadenó. Y añadió a esa tortura de la roca la visita cotidiana de un águila que atacaba cada día al Titán inm ovilizado para desgarrarle con sus corvas uñas y pico el hígado. No podía Prom eteo m orir, p o r su índole in m ortal, pero sí sufrir eternam ente. Así expiaba, en la atalaya desierta del confín oriental del mundo, su rebeldía frente a Zeus y su excesivo am or a los h u ­ manos» crucificado P rom eteo. (Más tarde Heracles abatirá al águila y librará, con el beneplácito de Zeus, al Titán filán­ tropo y astuto.) Tal es, en sus líneas esenciales, el m ito de Prom eteo divini­ dad civilizadora, no u n olímpico, sino un adversario de Zeus en el terreno de la astucia, un trickster |0í) I¿

123

Su do m in io linda con la magia. Su caduceo, en el que se c r u ­ zan, en form a de ocho, d o s serpientes,