Iglesia Santo Domingo de Quito

IGLESIA SANTO DOMINGO DE QUITO INTRODUCCIÓN La Iglesia de Santo Domingo se ubica en la Provincia de Pichincha, en el C

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IGLESIA SANTO DOMINGO DE QUITO

INTRODUCCIÓN

La Iglesia de Santo Domingo se ubica en la Provincia de Pichincha, en el Cantón Quito, entre las calles Flores, Pereira, Montúfar y Rocafuerte (antigua calle La Cantera). Trazar un bosquejo biográfico del Convento de Santo Domingo de Quito no es fácil. Brotó de la esencia vital de la espiritualidad de Domingo de Domingo de Guzmán; del humanismo teológico y jurídico de grandes maestros inspiradores de la acción apostólica y fecunda, de la intelectualidad substancial de catedráticos y predicadores, de la renuncia personal y heroica en la observancia regular y eremítica de los conventos formales y recolectas, de la inspiración artística que brota de una geopolítica exuberante que estalla en vórtices de luces y de sombras en los lienzos y esculturas de los grandes maestros de la plástica quiteña y de la majestuosa belleza de templos y conventos de cal y canto, de cal y ladrillo que invitan a la superación personal y a la contemplación mística de la verdad y de lo bueno eternos. Todavía resonaba en el ambiente estudiantil de los amplios claustros salmantinos la sentencia solemne de Francisco de Victoria y la doctrina clara de Melchor Cano y Domingo de Soto sobre la identidad de naturaleza y de derechos de las “gentes emplumadas” que encontraron los navíos de Colón en las lejanas Indias Occidentales; cuando el eco mil veces multiplicado en sonoridades de clarín y clamor evangélico, como rutilar de espadas flamígeras de los dominicos Montesinos y Las Casas en la Isla Española, y del obispo mártir de Nicaragua Antonio de Valdivieso en defensa de los derechos del indio americano contra el atropello y la ambición de encomenderos y capitanes de conquista.

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CAPITULO I. 1.1

TEMA Iglesia de Santo Domingo

1.2.

DELIMITACIÓN

Cómo dar a conocer los diferentes datos históricos, arquitectónicos y culturales de la Iglesia de Santo Domingo a través de talleres, foros y actividades didácticas. 1.3. OBJETIVOS 1.3.1 GENERAL Dar a conocer los diferentes datos históricos, arquitectónicos y culturales de la Iglesia de Santo Domingo a través de talleres, foros y actividades didácticas. 1.3.2 ESPECÍFICO - Hacer una investigación a fondo de todos los datos y demás detalles acerca de la iglesia. - Realizar foros informativos para dar a conocer la importancia de esta iglesia. - Realizar muestras pictográficas acerca de la arquitectura y estilos arquitectónicos que posee esta iglesia. - Conocer el valor que la población le da a las diversas iglesias de nuestro centro histórico. 1.4.

JUSTIFICACIÓN

Es necesario para nosotros, tratar que nuestros hermanos, familiares y todas las personas que nos rodean, cambien su forma de ver y comiencen a apreciar de mejor manera la diversidad de iglesias que tiene nuestro país. Nosotros hemos escogido la Iglesia de Santo Domingo porque nos hemos dado cuenta que se debe apreciar y valorar la calidad arquitectónica y cultural que posee esta iglesia. Con el presente trabajo pretendemos lograr cambios favorables, pues, con la diversa información, se logrará que se conozca más acerca de la importancia social y religiosa que tiene la Iglesia de Santo Domingo. Además uno de los problemas de nuestro país es la falta de promoción turística interna; y con esta monografía queremos que se forme una cultura de respeto en cada persona y que sepa apreciar y valorizar lo que tiene. Nosotros queremos darle prioridad al turismo interno ya que será favorable para la economía del país.

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CAPITULO II. METODOLOGÍA 2. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN 2.1. Nivel o Tipo de Investigación

El tipo de investigación que hemos aplicado es una investigación documental ya que hemos utilizado diversos textos como ayuda. 3. Métodos Los métodos que empleamos fueron Método Inductivo y Método Deductivo, porque son procesos mentales y se basan en la Observación, Comparación, Análisis y Síntesis. CAPITULO III. CUERPO DE LA MONAGRAFÍA 4. Marco Referencial 1.- Fundadores del Convento Religiosos Dominicanos fueron los primeros en recorrer la costa ecuatoriana. Del grupo que vino con Francisco Pizarro en 1531, fueron cinco religiosos, y sobrevivieron Fray Alonso Burgalés, maestro de estudios en el Convento de Santo Domingo; Fray Tomás de Toro, primer Obispo de Cartagena y Fray Vicente de Valverde, quien intervino en la captura de Atahualpa y fue el primer Obispo del Perú. A principios de 1535 recorrió nuestra costa el Ilmo. Sr. Tomás de Berlanga, primer Obispo de Panamá. Llevaba la misión de examinar las cuentas de la tesorería del Perú. El 1ro. de marzo llegó a la zona de las calmas equinocciales y el barco se dejó llevar por la corriente hasta dar con el Archipiélago de Galápagos. El Padre Berlanga fue su descubridor y el primero que señaló su posición en relación con el meridiano. En este viaje debió acompañarle el Padre Bartolomé de las Casas, que experimentó el efecto de las corrientes marítimas y vio fallido su propósito. En febrero de 1541 estuvo presente en Quito Fray Gaspar de Carvajal, nombrado Vicario General por el Ilmo. Señor Valverde. Después de resolver algunos problemas suscitados en torno al cura que debía servir oficialmente a la ciudad, acompañó a Pizarro en su excursión al país de la Canela y luego a Francisco de Orellana en su viaje de descubrimiento del Amazonas, empresa de que fue capellán y su primer cronista. En 1541 se halló en Quito el Padre Gregorio de Zarazo con poder para solicitar del Cabildo solares para fundar un Convento de la Orden. No consta el Acta de la concesión. Pero debió ser favorable, cuando de hecho se estableció el Convento en la Loma Grande y dio ocasión a la calle que lleva a la Cantera a cuya vera austral se fueron construyendo sucesivamente el Hospital (1564) la parroquia de San Roque (1596), el Monasterio de Santa Clara (1569) y el Carmen de San José (1653).

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2.- El Convento Máximo de Quito Después del Padre Gregorio de Zarazo se hizo cargo del Convento de San Pedro Mártir el Padre Alonso de Montenegro. A la muerte de Pedro de Puelles, el Cabildo, en sesiones sucesivas del 30 de mayo a 3 de junio de 1547, acordó enviar delegados de parte de la ciudad ante don Pedro de la Gasca, enviado por el Rey para pacificar el Perú. Para esta delicada misión fue designado el Padre Montenegro en compañía del Alguacil Mayor don Diego de Bustamante. A principios de Julio de 1548 se celebró en el Cuzco el segundo Capítulo Provincial. “Lo primero que dispusieron (los capitulares) fue absolver a todos los Vicarios de Naciones que llamamos Vicarios Provinciales para hacer y nombrar otros, en especial al de Quito y de toda aquella Provincia en lugar del V. P. Fray Alonso de Montenegro, al Padre Fray Francisco Martínez Toscano, a quien también cometieron la Vicaría de la Casa de Santo Domingo del pueblo de Zarza (Loja), dándole la autoridad de que gozan en la Orden los Vicarios de Naciones con plenitud de potestad, que se extendía por todas las provincias de Popayán y Nuevo Reino de Granada hasta Cartagena, sobre todos los frailes y casas edificadas y por edificar en aquella grande región. En 1561 fue asignado al Convento Máximo el Padre Fray Jerónimo de Cervantes, que permaneció en Quito hasta 1565. Durante su estadía hizo cercar todo el contorno del Convento, que había cedido el Cabildo. Organizó la economía de la Comunidad y comenzó a construir el claustro principal. Para el culto de Nuestra Señora del Rosario, fundó la Cofradía del Rosario en 1563 y puso a la cabeza, en calidad de Mayordomo, a don Pedro Bedón, padre del futuro dominico del mismo nombre. Predicó en defensa de los indios reclamando a su favor la tasa de las encomiendas. El último día de Diciembre de 1563 se hallaba en Cuenca, donde compareció en la sesión del Cabildo, con la siguiente petición: “Que para hacer y edificar el Monasterio de la dicha Orden de esta ciudad, el sitio que está señalado es poco y tenemos necesidad de que se nos haga merced de que nos den dos cuadras más para la huerta y para el servicio de la dicha casa. El Cabildo accedió a la petición, aclarando que no podía el Padre cerrar las calles abiertas según el plano primitivo de la ciudad. Por lo visto el Convento Máximo de Quito era la sede del Prior y Vicario Principal de los demás Conventos establecidos en el Obispado de Quito. 3.- El Convento de Santo Domingo de Quito; Centro de Estudios Superiores El 27 de Abril de 1566 tomó posesión del Obispado de Quito el Ilmo. Sr. Fray Pedro de la Peña, Dominico formado en San Gregorio de Valladolid. A este acto canónico concurrieron a la Catedral las autoridades civiles y eclesiásticas, figurando entre ellas Fray Jodoco Ricke.

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El 17 de Octubre de 1568 el Señor de la Peña, de acuerdo con el Presidente Santillán, provocó una junta de los superiores de las Comunidades Religiosas, para hacer la distribución geográfica y humana del territorio del Obispado, con el fin de atender al servicio pastoral de los fieles. A esta reunión asistieron, con el Arcediano y Chantre, los representantes de las órdenes, que fueron por los Dominicos, Fray Domingo Valdés y Fray Rafael Segura; por los Franciscanos, Fray Juan Cabezas de los Reyes y Fray Jodoco Ricke; por los Mercedarios, Fray Pedro Martínez y Fray Andrés Gómez. En virtud de este convenio correspondió a los Dominicos la atención de las siguientes Doctrinas: de la sección de Pasto, Pupiales, Ipiales, Cibumday, La Laguna y los Ingenios; en torno a Quito, Santo Tomás de Aquino de Alangasí, San Jerónimo de Pintac, San Cristóbal de Uyumbicho, Santiago de Machachi, Panzaleo, Aloag; al centro, San Bartolomé de Ambato, Píllaro, Canzacoto y Tomavela; en el Azuay, San Juan Bautista del Valle y San Francisco de Paccha; en Loja, Garruchamba, San Juan Bautista de Pózul, Calvas, San Pedro Mártir de Cariamanga y Santo Domingo de Gonzanamá; en Guayaquil, Chongón y Daule; en el Oriente, Cozanga, Atunquijo, Pachama y Maspa. Este campo inmenso de apostolado requería numeroso personal, al que no basta el venido de los conventos de España. El fin era abrir una casa de estudios en Quito para formar sacerdotes criollos. De los formados de esta primera generación de criollos se cuentan a Fray Rodrigo de Lara, Fray Domingo de Valderrama, Fray Pedro Bedón, Fray Hilario Pacheco y de los Clérigos a, Diego de Sosa, Alonso Aguilar y Alonso de Paz, entre muchos otros. La escasez de personal, frente a las exigencias de la pastoral, la experimentaban, por igual las Comunidades Religiosas y el clero secular. El Ilmo. Señor de la Peña, con el afán de resolver este problema, organizó un ensayo de Seminario, que comprendía una formación humanística y sacerdotal. Ofreció una sala de su propio palacio, para el curso preparatorio, que comprendía Castellano, Latín, Aritmética y Canto. Las clases de Teología se realizaban en la Iglesia de la Catedral y versaban sobre Sacramentos y casos morales. La primera generación de sacerdotes, ordenados por Ilmo. Señor de la Peña, recibió la formación de la enseñanza proporcionada por los Dominicos del Convento Máximo, ya en su propio Colegio de San Pedro Mártir. En el Sínodo de 1570 se ordenó que ningún sacerdote pudiese servir una Doctrina sin poseer la lengua de los indios. Para llenar esta justa exigencia, la Orden de Santo Domingo estableció en su programa de enseñanza, la cátedra de la Lengua Quichua.

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4.- Erección de la Provincia de Santa Catalina Virgen y Mártir de Quito El Convento Máximo de Quito, con los demás conventos establecidos en la Diócesis, constituían una Vicaría Provincial, dependiente de la Provincia de San Juan Bautista del Perú. No obstante esta dependencia canónica, la Vicaria Provincial constituía una unidad moral dentro de los límites de la Diócesis y de la Audiencia, que defendían el llamado Reino de Quito. A petición de los mismos provinciales del Perú, el Padre General Fray Sixto Fabro, mediante decreto el 26 de Octubre de 1584, había dividido la extensa Provincia de San Juan Bautista del Perú en dos provincias más, la de San Lorenzo en Chile y la de Santa Catalina Virgen y Mártir de Quito, a la cual asignó los Conventos establecidos en la Diócesis de Quito y Popayán. Simultáneamente con la elección de las dos nuevas provincias, se comisionó al Padre Diego de Chávez, Confesor de Flipe II, para que, de acuerdo con el Maestro General, designase los dos primeros Provinciales. Para la provincia de Quito fue nombrado el Padre Jorge de Sosa, de origen Portugués. El Padre Sosa antes de venir a la Provincia, consiguió, el 8 de septiembre de 1586, la facultad de recorrer las Provincias de España para conseguir religiosos voluntarios para su nueva Provincia de Quito. Efectivamente, el 5 de octubre de ese mismo año hacía registrar, en la lista de pasajeros a veinticinco dominicos, destinados a Quito. Venían de conventos de España como: Córdova, Avila, Madrid, Ciudad Real, Almagro, Osuna. Traían la experiencia tanto de las casas de estudio, como de los conventos pequeños; unos eran graduados, otros, eran sacerdotes dispuestos al apostolado. Con este aumento de personal se incrementó el número de catedráticos con que contaba el Colegio de San Pedro Mártir. Hasta la fundación del Seminario en 1594, el Colegio de San Pedro Mártir fue el centro de formación, no solo de religiosos dominicos, sino también de sacerdotes del clero secular. Tanto a sacerdotes y religiosos que habían venido de España, como a los criollos que se habían formado en Quito. Del grupo que de religiosos que vino a la fundación de la provincia, algunos desempeñaron las cátedras de Filosofía y Teología en el Colegio de San Pedro Mártir de Quito; otros llegaron a dirigir los destinos de la Provincia, como los Padres Marcos de Flores y Alonso Muñoz; los restantes fueron asignados a los diversos conventos de la Provincia. 5.- Construcción de la Iglesia y Convento En la descripción del Arcediano Pedro Rodríguez de Aguayo, que corresponde a 1573, se contiene lo siguiente: “Hay en la ciudad de Quito tres monasterios: San Francisco, bien labrado, con buena Iglesia de piedra y la casa comenzada,

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hay muchos frailes; Santo Domingo, más humilde en edificios, pocos frailes; la Merced, pobre edificio, pocos frailes”. La tardanza de los Dominicos en construir sus edificios se debió en gran parte, a su actitud defensiva de los indios frente a los encomenderos. La obra constructiva de Santo Domingo comenzó con planos definitivos con la presencia en Quito del Arquitecto extremeño Francisco de Becerra, en 1581, afirmó que era de la ciudad de Trujillo, hijo de Arquitectos, que habían trabajado en Toledo y en el Monasterio de Guadalupe. Antes de venir América, él mismo había realizado “obras muy principales” en diversas ciudades de Castilla y en Trujillo y “era tenido por uno de los mejores maestros que hubo en aquella tierra”. Venido de México con el Virrey Dn. Martín Enríquez, éste le nombró “Maestro Mayor en la Nueva España de la iglesia catedral de la Puebla de los Ángeles y se le dio el dicho cargo por ser hombre preeminente en el dicho oficio”. En la ciudad de México reedificó la iglesia y monasterio de los Dominicos y en Puebla de los Ángeles construyó los Monasterios de Santo Domingo y San Agustín, como lo hizo también en los pueblos de Totomeguacan y Guantinechan. En Quito dio trazas y orden con que se hiciesen las iglesias de los Monasterios del Señor Santo Domingo y San Agustín y así mismo dio trazas para hacerse tres puentes en los ríos comarcanos de la dicha cuidad, que fue orden muy principal y muy necesaria y en lugares muy fragosos. Becerra, por lo visto, trazó los planos de la iglesia y el convento e hizo los cimientos. El templo y convento de Santo Domingo se construyeron merced a los sacrificios de los religiosos. La obra total de la iglesia se llevó a cabo en la primera mitad del siglo XVII. El templo era de una sola nave con hornacinas a los lados. Tenía retablo mayor y altares al fondo de los arcos. La cofradía del Rosario estaba organizada en una triple rama, de los españoles y criollos, de los negros y morenos, y de los indios, cada grupo con capilla aparte. 6.- Descripción de la Fachada La fachada de la iglesia de Santo Domingo es muy sencilla tan sencilla como la de la Basílica de la Merced. Su portada probable obra del siglo XIX es una mala copia de la primorosa del imafronte de la iglesia Catedral destacase sobre el amplio fuste de un escueto muro fabricado de ladrillo y se compone de dos cuerpos el bajo que corresponde a la entrada principal y el alto a la ventana del coro El primero está formado por un gran vano abocinado de arco rebajado casi adintelado en el fondo del cual se abre la puerta del arco semicircular apoyado en las impostas de dos pies derechos encastrados en los muros Las enjutas van adornadas con dos florones llanos la arquivolta y los pies derechos con rosetones y las impostas con pequeños mascarones a los flancos del vano se encuentra dos columnas de fuste acanalado y un capitel sui

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generis que quisiera ser compuesto pero que no llega a serlo por la porción de sus componentes pues no solo se ha dado igual importancia al cojinete con volutas y a las hojas de acanto sino que estas no se hallan arregladas según el orden clásico romano pues ni se ven claras las dos hileras de aquellas hojas ni se han puesto los caulículos ni se han acusado con claridad las formas de los órdenes superpuestos el jónico y el corintio además el fuste tiene muy poco énfasis y lleva garras en su base las dos columnas descansan sobre grandes bazasque han sido dobladas por haberse bajado el pavimento de la plaza lo que ha obligado también a colocar cinco escalones más a los dos que tenía antes la entrada a la iglesia termina este primer cuerpo con un entablamento sobre las columnas de cornisa muy volada. El segundo cuerpo descansa sobre el anterior y la impresión que da es de excesiva pesadez y es que habiéndose adoptado como centro principal de la composición una ventana tan chica como es la que aparece sobre la puerta de la iglesia se le ha forrado de una decoración desproporcionada a fin de llenar un espacio igual al ancho de la puerta Se compone de tres partes la central que comprende un gran frontón triangular de gruesas molduras sobre dos semipilastras pareadas que descansan sobre inmensos modillones y las laterales que repiten en pequeño el mismo motivo central solo que en lugar de la ventana tienen nichos en que se alojan las figuras de Santo Domingo y San Francisco con los escudos de sus respectivas ordenes esculpidos en las bases sobre las que descansan esos nichos que llevan su absidiola en forma de concha marina el frontón de esta partes laterales es muy desproporcionado por si solo pero por si esa desproporción no fuere suficiente se ha encajado en su centro llenándolo todo de un inmenso querubín que viene a aumentar la pesadez de esos trozos arquitectónicos En los entrepaños de las pilastras de la parte central junto a la ventana hay cuatro nichos con las figuras chicas de cuatro santos todos son de la orden dominica antes e pensaba que eran dos dominicos y dos franciscanos pero con los estudios recientes se determinó que los cuatro son dominicos entre ellos están Santo Tomas de Aquino San Vicente Ferrer para ayuda de costas a los lados de las puerta principal se abrieron hace 50 años dos más que comunican con lo que podríamos decir muy impropiamente naves laterales puertas chicas desproporcionadas adornadas con un entablamento dórico de ladrillo sobrepuesto apeado en dos semipilastras encima de todo este muro y como remate se halla una balaustrada que antes era solo una gran cornisa con remates piramidales. Antiguamente tenía la iglesia una entrada lateral hoy cegada y que daba acceso a la capilla consagrada ahora a San Francisco de Asís pero se conserva empro su portada de piedra la verdad muy curiosa por el carácter de su composición sobre grandes bases molduradas se levantan dos medias columnas cortas de fuste acanalado que termina a la altura de las impostas de las pilastras que sostiene el arco semicircular del vano de manera que las molduras de aquellas impostas continúan y pasan a las semicolumnas

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sirviendo como de curiosos capiteles sobre las cuales se apoyan otras semicolumnas abalaustradas de fuste también acanalado y con u singular y ancho capitel compuestos de dos hileras de hojas y un cojinete con volutas del orden corintio Del capitel bajan unos paños funerarios hasta el tercio superior de estos balaustres la decoración de hojas del capitel se extiende también sobre la semipilastra acanalada que sirve de fondo a la semicolumna en toda su extensión hasta la base sobre estas dos columnas corre un entablamento con ancha cornisa y encima de esta y siguiendo el eje de las semicolumnas otras con capiteles raros de hojas largas bastante barbaros metido dentro de este marco se halla el arco de la puerta semicircular con once dovelas curiosamente despiezadas para ayudar a la trabazón apoyada en dos pilastras ornamentadas en su mitad superior con una decoración colgante de ramas hojas y flores malamente estilizadas las rosca del arco tiene ornamento de florones en las enjutas se repite el motivo de los florones llanos de la puerta principal y todo en esta recuerda la composición ornamental de la puerta lateral de la iglesia Catedral aunque muy mal copiado pues hasta en las impostas se ha querido imitar la decoración magnifica de aquella iglesia hoy como decimos la puerta esta cegada y solo sirve de fondo a la hermosa cruz que antes e ostentaba sobre su misma base en la esquina de la iglesia. Esta tiene a uno de los flancos una esbelta torre reconstruida en su cuerpo superior hace medio siglo siguiendo la forma tradicional española mezcla de la torre románica y del alminar musulmán era uniformemente prismática cuadrangular sin cambio de planta hasta su remate con sus muros que se calaban por ventanas en cada frente más multiplicadas y cuanto más se iba ascendiendo y terminada en un remate capuliforme con forro de azulejos hoy se encuentra cubierta con un domo desde la restauración del año 1895 Recordaba entonces esta torre como lo recuerda todavía la de la Merced un alminar mahomentano siguiendo la tradición castellana de origen románico se compone de un cuerpo bajo macizo y los demás separados por impostas con dos ventanas superpuestas en la cara frontal de primer cuerpo doble ventanaje en dos de las caras del segundo cuerpo y sencillo en las otras dos con arcos de medios puntos en los ángulos desde media altura hasta arriba corren pilastras como contrafuertes sobre el cuerpo de campanas una terraza que antes bien pudo ser de almenas a lo musulmán y que hoy ha sido reemplazado por una balaustrada Debió coronarse con una pirámide cuadrangular muy sencilla obrada de tejas o escamas de azulejos hoy se la ha sustituido con un inmenso tambor calado con 12 ventanas geminadas de a tres por cada cara y separadas por maineles y una gran cúpula con linternas que remata en una cruz cuatro grandes contrafuertes dispuestos en los ángulos contrarrestan el empuje de este abovedamiento en la cúpula se han abierto cuatro óvalos para los cuadrantes del reloj. Notase la esencial diferencia de composición entre los cuerpos superiores el de la campana el del reloj y el bajo aquellos relativamente calados y llenos de

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molduras y pilastras enjargadas este sobrio de adornos en su mitad superior y destituida de ellas en la inferior. No sabríamos decir si se quiso flanquear la iglesia con dos torres como tiene la de San Francisco pero lo hace sospechar la existencia del cuerpo prismático cuadrangular hasta la actual balaustrada y de una ventana hoy cegada que tenia bajo la imposta aun conservada en ese cuerpo macizo 7.- Capilla del Rosario Es la única capilla de estilo barroco de toda la iglesia se encuentra sobre el arco de santo domingo durante la reforma italiana la puerta que actualmente existe no había era solo un entablado el único ingreso era la puerta que se encuentra en la parte occidental de la capilla viendo que los padres italianos no sabían de la existencia de esa puerta mandan el retablo al suelo y en la época de García Moreno se manda a reconstruir el retablo en base a los planos originales ya que prohíbo reformar la capilla aunque la única reforma que recibió la capilla sonsus paredes rojas ya que como eran unos padres menticates ellos pedían sobriedad en el arte y con el color rojo taparon el exceso de oro y todavía se puede observar las capas de oro todavía dentro de la capilla actualmente ya no se puede quitar este color ya que saldría con la capa de oro los cuadros que se pueden observar en la capilla le pertenecen a Manuel de Samaniego sobresaliendo la inmaculada redentora junto con Adán y Eva el único cuadro que no pertenece a Manuel de Samaniego es un cuadro de Jesús que fue traído en el siglo XVII no se sabe quién lo hizo y ni porque simplemente vino a para a esta capilla El único retablo que se conservo fue el que hizo Bernardo de Legarda es el retablo principal de la capilla aquí se puede observar la expresión más pura del barroco quiteño donde contiene un gran número de obras escultóricas y pictográficas decoradas con churiguerescas doradas con pan de oro cuenta con dos puertas una falsa y una verdadera la verdadera llevaba antiguamente al camarín de la virgen donde se guardaba sus coronas su ropa actualmente solo es un espacio vacío La virgen es una virgen sevillana traída en 1548 fue un regalo de Carlos V de España y se regala dos vírgenes al Ecuador una se queda aquí en Quito y otra se llevan a la ciudad de Cuenca el cabello de la virgen es auténtico y es uno de los pocos santos que las viste esto se puede observar en la hornacina central a los lados tenemos a San Francisco a lado izquierdo y a Santo Domingo a lado derecho en la parte superior del retablo se encuentra el Padre Eterno el hijo y el Espíritu Santo que forman y representan la Santa Trinidad los cuadros que se encuentra alrededor de la virgen y del santísima trinidad son de Luis Cadena del siglo XIX se pusieron estos cuadros cambiando los espejos originales que había anteriormente En la parte sur se encuentra San Joaquín y al norte Santa Ana en cada uno de estos retablos hay espejos y esto se debe a que estos espejos atraían a las almas buenas según las tradiciones antiguas para que se queden dentro de esta capilla ricos en variedades de decoraciones con apliques de tallas en alto

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relieve dorados con pan de oro sobre monocromía roja engalanado con 4 columnas salomónicas ornamentadas con guirnaldas fitomorfas follaje y flores policromadas sobre una superbase de pan de plata La capilla cuenta con dos cúpulas que también se las puede observar desde la parte de afuera de la iglesia de igual manera se encuentra encima del arco de Santo Domingo ya que para esa época se prohíbe cerrar lo que ahora es la calle Rocafuerte por eso se construye un arco en bóveda y encima esta capilla 8.- Interior de la Iglesia La iglesia es de tipo cruciforme inscrito en un rectángulo, con capillas laterales: tres altas y dos bajas a cada lado, entre machones adornados de pilastras de madera pareadas y acanaladas, que sostienen un entablamento, sobre cuya cornisa se destacan cuatro inmensos óculos semicirculares por lado para, en unión de la ventana del antiguo coro, iluminar la nave y las capillas. Bajo el arquitrabe y entre los machones, tres grandes arcos y dos chicos dan entrada a las capillas. El crucero está formado por cuatro grandes arcos agudos de ascendencia musulmana. Al fondo, el ábside, hoy semicircular, y la capilla mayor con el coro, ocupando una área justamente igual al tercio de la extensión total de la iglesia. En el centro de aquella capilla, un templete o baldaquino gótico, y en los brazos de la cruz, por un lado, una puerta de entrada al convento y por otro, la entrada a la Capilla de la Virgen del Rosario, y en la parte superior, a ambos lados, dos tribunas con dos órganos. Al pie y junto a la puerta principal de entrada a la iglesia, una mampara bajo un angosto coro que se prolonga por los lados de la nave encima de los arcos de las dos últimas capillas laterales. La iglesia está cubierta: con techumbre mudéjar, la nave; con bóveda mudéjar, el crucero; con techumbre plana los brazos laterales; con bóveda gótica encamonada, la capilla mayor y el coro; y con bóveda de cañón las capillas laterales. La iglesia fue pintada hace cincuenta años por un italiano llamado Baldasari, decorador de teatros, una vez que los frailes italianos que habían llegado años antes para la reforma religiosa de la disciplina conventual, venida a menos, a mediados del siglo XIX, despojaron a la iglesia de todo su revestimiento de madera tallada, echaron abajo el coro, destrozaron el púlpito; destruyeron los retablos del presbiterio y de la capilla del crucero en el lado del Evangelio, arrasaron con la sacristía situada detrás del ábside, abrieron puertas de comunicación entre las capillas laterales en el loco afán de convertirlas en naves, y si no pudieron echar abajo la techumbre y la bóveda mudéjares, las pintaron abigarradamente, cometiendo el crimen más execrable contra la cultura. Porque lo peor es que la mayor parte de todo aquel emporio de arte maravilloso, fue echado al fuego en la cocina del convento, como simple e inútil maderamen, inservible para otra cosa que no fuera preparar la comida para alimentar a la comunidad. Despojado de su primitiva grandeza, el templo fue pintado al óleo imitando un rosado mármol, las albanegas de los arcos de la nave, adornadas con los misterios del rosario pintados por Luis Cadena; el intradós de los arcos, con

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dos retratos de santos de la Orden; las pilastras, con símbolos religiosos; se compusieron nuevas cornisas; se abrieron nuevas ventanas; se pintó caprichosa y extravagantemente la maravillosa techumbre mudéjar; en lugar de las imágenes que ocupaban los retablos de las capillas laterales, se colocaron los cuadros que hoy se ven, ejecutados casi todos por el mismo artista Luis Cadena; el púlpito tallado del siglo XVII fue sustituido con el insulso gótico que se contempla ahora; al retablo magnífico de la capilla mayor reemplazó un inocuo baldaquino gótico; al coro alto con la hermosa sillería dorada y los santos de media talla que enlucían sus paneles, según lo cuenta De Ocampo, le sustituyó el bajo, desnudo de toda gracia y abrigado bajo el abovedamiento gótico hecho de caña para engañar a los incautos e ignorantes, poniendo con ello una nota más de falsedad, que pugna por su forma con las formas tan extrañas al conjunto del monumento que trazó Becerra, y al que adornaron los ejecutantes con esa singular personalidad que marca al arte quiteño. De la antigua grandeza de la iglesia no queda sino la espléndida techumbre mudéjar, la más hermosa de las de su clase en la arquitectura de Quito. Es de pares y nudillo. Ignoramos al autor de esta techumbre, la única que se conserva de las tres que tenía Quito: la de San Francisco, la de la Catedral y ésta. ¿Fue Becerra quien la proyectó? Nada tuviera de particular que así lo fuera; pues bien sabido es que en España fueron los arquitectos de los edificios quienes muchas veces trazaron las techumbres. Tampoco sería aventurado suponer que la techumbre fue hecha por aquel lego dominicano que hizo la de la iglesia catedral, según lo cuenta fray Reginaldo de Lizárraga. Sin embargo de que el Renacimiento alcanzó a desplazar la ornamentación moruna, aunque no del todo, en España continuase con su tradición tan arraigada que pasó a América. Hay que tener en cuenta que los artesonados de origen sarraceno, lo mismo que las techumbres, subsisten en la Península, no sólo en todo el siglo XVI, sino hasta fines del XVIII, a despecho de la severidad herreriana y desafiando los desenfrenos del mismo churriguerismo, para no admirarnos que hubiesen prosperado en el ambiente artístico de tanta libertad como era el americano. El libro de López de Arenas era un manual muy difundido entre nuestros alarifes y ebanistas, como alguna vez ya lo expresamos.

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Convento de Santo Domingo. Quito. Altar de San Pedro Desde el siglo XIV, la arquitectura musulmana emplea para sus cubiertas, las bóvedas de pequeña escuadría con gran combinación decorativa, sobre todo de lacerías con el envigado plano y en forma de artesa. Sus armaduras se llaman alfarjes y se componen con piezas inclinadas (pares o alfardas) y piezas horizontales (nudillos); apoyándose esas armaduras en los muros, sobre un marco de grandes vigas reforzado por tirantes y que constituye el estribado. El plano horizontal formado por los nudillos se llama almizate o harneruelo, los planos largos laterales formados por los pares y faldones, y los pequeños que cierran la artesa, sea en línea recta, sea en línea poligonal, se llaman limatones. Es curioso que este nombre, olvidado en la nomenclatura hispano-árabe de la Península, y en la africana, se hubiese conservado en la quiteña, hasta ahora. Luego esta armadura se cubre con el arabesco, hijo de la fantasía nazarita y flor del ensueño oriental. El arabesco nace de la combinación de polígonos en 13

tramas simples, prolongando sus líneas y entrecruzándolas para constituir lo que se llama el «lazo». El lazo es simple cuando se compone con un solo motivo, por ejemplo, con polígonos estrellados del mismo número de lados, y es doble, cuando se lo compone con dos motivos diversos. La ornamentación geométrica nacida en el período alejandrino fue introducida por las omeyas en Córdoba, a mediados del siglo X, adquiere pleno desarrollo en el XII con las complicaciones de la Aljafería, llega a su apogeo en los siglos XIV y XV, decae paulatinamente hasta el XVII en que lo levanta nuevamente Diego López de Arenas con su Carpintería de lo blanco, que publica en 1633, y persiste en la ornamentación española hasta el siglo XVIII. La geometría decorativa moruna tuvo gran desarrollo en España en celosías, ensambladuras, en muros y bóvedas de ladrillo, cubiertas de madera y ornamentación de pavimentos, yeserías, alicatado y revestimientos de azulejería. De España pasó a América, por intermedio de Andalucía, desde donde irradió en la época mudéjar diversas comarcas españolas. Los mudéjares cubrían los edificios con bóvedas de diferentes clases que las Ordenanzas de Sevilla las enumera: baidas, alboayres (con azulejos), ochavadas, de arista, de crucero, de cinco claves (estrelladas), de lazo y otras de prototipo cristiano tradicional. En Quito no tenemos ejemplos de esta clase de abovedamiento, a excepción del de la iglesia de la Compañía. Pero, en cambio, tenemos lo que en España mismo era más frecuente que la bóveda, la techumbre de madera a base de armazones visibles, los artesonados de alfarje de dos, tres y cinco planos, el primero llamado de par e hilera, y los segundos de pares y nudillo. Los pares o alfardes unidos por lazos y trasdosados por un tablero con los faldones y los nudillos componen el harneruelo o almizate. Para construir el artesonado componían primero el almarbate o marco de vigas, que los alarifes quiteños llamaron siempre costaneras, ligados a veces por tirantes. Si la techumbre había de ser ochavada; se añadían en los ángulos cuatro piezas llamadas «cuadrales», rellenándose los espacios con pechinas, trompas de madera o con simple tablero con arabescos. Las armaduras se construían por varios procedimientos. Unas veces el lazo es netamente constructivo: las alfardas forman la armazón en que se clava el tablero; otras, el tablero es el constructivo y sobre él se clavan los listones según la trama de las lacerías sobre el tablero dibujado; otras, la armadura es la constructiva, pero los tableros se enrasan en ella en vez de trasdosares, con lo que la decoración aparece lineal en los lazos y de ternas sueltas en los netos; y otras, en fin, en que aparecen los tableros unidos y rehundida la lacería, resaltando, por consiguiente, los netos. Con estos necesarios antecedentes ya podemos examinar y apreciar la bella techumbre de la iglesia dominicana. Como dijimos ya, la bóveda de la nave es de pares y nudillo, con cuatro tirantes de lazo sobre ménsulas. Sus arabescos se desarrollan en el harneruelo con lazo doble a base de dos grandes estrellas; una de 16 puntas y otra de 12. Tiene además dos centros octogonales con mocárabes, decoración muy usada

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en España anexa a las techumbres de lazo, y tres con escudetes caprichosos compuestos con mascarones y querubines. El fondo todo del harneruelo, con ruedas de lazos a base de estrellas de seis, ligadas entre sí indirectamente. En los faldones prevalecen las estrellas de ocho puntas, ligadas entre sí y formando dos hileras horizontales unidas junto al harneruelo, y otras dos hileras separadas entre sí por medio del alargamiento del hexágono formado por la prolongación de las líneas de las estrellas en un ángulo externo de las dos que se unen. Las candilejas y las almendrillas se hallan rellenas con tablitas doradas y ligeramente talladas. La techumbre, en el arco toral, es piramidal; pero, al pie de la iglesia, es ochavada, por lo cual se ha añadido dos cuadrales en los ángulos, decorándolos también con lazo, los espacios triangulares formados por esos cuadrales y el ángulo recto de las esquinas de la iglesia. El crucero está cubierto por una bóveda cupuliforme de lazo, ochavada, sobre los cuatro arcos apuntados torales. La bóveda se desarrolla sobre la base de un polígono de ocho con estalactitas en su fondo, e inscrito en un gran harneruelo cuadrado, del que salen cuatro paños y cuatro limas, cuyo conjunto ornamental acompaña en su composición y temas al de la bóveda de la nave. Las bóvedas de cañón de las capillas laterales se han decorado con grandes ruedas de doce puntos pintadas, el intradós de los arcos con dos retratos de santos dominicanos y las pilastras que las sostienen, con escudetes circulares con símbolos religiosos. Bajo la bóveda cupuliforme del crucero hay una especie de friso inmenso decorado con varias telas pintadas y colocadas en riquísima moldura tallada y adornada con angelitos y mascarones y separadas entre sí por medio de graciosos estípites a manera de pilastrines. Las telas van tres encima de los arcos frontales y cinco, encima de los laterales: tres grandes y dos chicas. En el fondo de la nave, bajo la línea límite de la techumbre de la nave, encima del arco, se ha colocado una gran tela que llena ese espacio piramidal formado por dicha techumbre, y representa la Virgen cobijando bajo su manto a santos y santas dominicanos: cuadro tan típico de la época religiosa del siglo XV, la época de las cofradías con su Mater omnium, en el que se representaba a la Virgen como una gallina abrigando y protegiendo a sus polluelos. Este motivo inventado para la Orden cisterciense, fue luego, por su riqueza de sentido humano, un motivo popular, vulgarizado y extendido sobre todo por las órdenes franciscana y dominicana. En la iglesia de San Francisco de Quito, encima de la entrada a la Capilla de Santa Marta, se halla uno, con la variante de que los religiosos que hacen protección bajo el manto de la Virgen, no son dominicanos; sino franciscanos. La capilla mayor de la iglesia, como ya lo dijimos, está hoy ensanchada, desde que destruido el coro alto, se creó el bajo atrás del altar mayor eliminando la antigua sacristía construida tras del antiguo ábside rectilíneo, creando uno nuevo semicircular, y dando a toda esta capilla un aire de falso goticismo con su baldaquino de madera de arcos góticos, su cubierta de bóveda encamonada, de arista y sus ventanales, igualmente góticos, del fondo. Nada

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hay en esta sección de la iglesia que pudiera interesar, ni hoy ni nunca, bajo el punto de vista artístico, ni siquiera los inmensos cuadros murales que decoran los muros laterales del presbiterio: copias ejecutadas por Rafael Salas y que representan: el de la derecha, la predicación y milagros de Jesús, y el de la izquierda, la Zarza ardiente. Los retablos de las capillas laterales son todos del siglo XVIII, sustitutivos de los antiguos a que se refiere Diego Rodríguez De Ocampo en su Relación de 1650, y aún ellos han sido mutilados de sus antiguos nichos en que se alojaban diversas estatuas religiosas: San José, Santo Domingo, Santo Tomas, el Calvario, la Virgen Santísima, la del Rosario, San Vicente Ferrer, San Isidro y otros. Los retablos del presbiterio y del crucero, churriguerescos, que eran los más hermosos de Quito, ya no existen. Principiemos a describir los retablos, por los del lado del Evangelio. El primero está dedicado a la Sagrada Familia cuyo cuadro obtuvo el nicho central donde antes se alojaba una estatua de la Virgen. Lo flanquean cuatro columnas salomónicas de cuatro vueltas con el tercio inferior cilíndrico decorado con profusa hojarasca. Por la parte cóncava de su espiral corre una enredadera de flores. Tienen las columnas capitel corintio y sobre ellas, un gran cornisón hundido en su centro en ángulos rectos. Sobre él, un remate de serpeantes, dos embutidos de ángeles y dos angelitos flanqueando un escudete que ocupa la clave del retablo y en el cual, sobre fondo blanco, se destaca en medio relieve un hermoso Niño Dios con los atributos de la pasión. Todo este conjunto se levanta sobre un basamento muy ornamentado. El segundo retablo, antes y hoy dedicado a San Vicente Ferrer es muy rico en su ornamentación. Sobre una hermosa mesa de altar arreglada recientemente, se halla un estilobato compuesto de un plano central entrante y cuatro ménsulas salientes. Sobre el plano se destaca un sagrario y encima, el cuadro del Santo en magnífica moldura, flanqueado de cuatro columnas salomónicas corolíticas coronadas de un friso y una gran cornisa, sobre la cual campea un arco curvilíneo y, dentro de él, un Padre Eterno. A los lados del arco, dos angelitos sobre unas volutas en actitud de tocar unas trompetas: alusión al simbolismo de San Vicente. A los flancos del retablo y decorando el resto del muro del fondo de la capilla, dos relieves en madera representan el nacimiento del Santo y su muerte, enmedio de una decoración multiforme que llena la superficie del fondo de la capilla y, arriba, un gran arco con rica ornamentación. El tercer retablo, dedicado a Santo Domingo, ocupa la capilla que antes ocupaba San Isidro Labrador. Es el retablo más completo, más grande y más interesante de todos los de la iglesia y que llena por completo, con sus formas, y su decoración unida, todo el testero de la capilla. Tiene dos cuerpos: el inferior, que antes ostentaba en su centro, el nicho con la estatua del Santo y hoy tiene apenas una tela que lo representa, se levanta de un estilobato a paneles y ménsulas: aquéllos, en segundo plano y éstas en primero. El cuadro está cantoneado por dos pilastrines decorados, dos estípites con embutidos de ángeles y un pesado racimo de uvas con hojas; luego a sus extremos dos

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columnas salomónicas pareadas en cada lado y encima un entablamento con cornisa de gran vuelo, que origina un hermoso claroscuro. La cornisa se rompe en diversos segmentos de círculo, y, elevándose, forma en el centro un nicho ancho profusamente decorado. Sobre este cuerpo, viene el segundo, que luce en el medio un gran relieve de la Virgen apareciéndose a San Francisco y Santo Domingo, dentro de una moldura ovalada, y pintada a todo color. A los flancos, estípites, y en el fondo, pilastrines sosteniendo una cornisa curvilínea con resaltos que remata con el escudo de la orden dominicana en el centro. Esa misma cornisa se derrama hacia los lados en inmensas y caprichosas volutas con flecos de serpeantes. Este segundo cuerpo, con esta línea sinuosa de excesivo y exagerado barroquismo, aparece como el remate de un vimana indio. La mesa del altar, como la del retablo anterior y de la mayor parte de los de esta iglesia es de arquería exenta sobre delgadas columnas, formando una especie de pórtico, al fondo del cual se colocan imágenes en relieve, telas pintadas o reliquias bajo vidrio, como lo vemos en el retablo mayor de la capilla del Rosario. La cuarta capilla dedicada hoy a San Jacinto era el pasadizo lateral al Convento, cerrado con una puerta. Hoy se lo ha cegado y sobre el nuevo se ha colocado un retablo chico con la imagen pintada del Santo entre dos columnas salomónicas, sobre las cuales corre un entablamento con piñas colgantes de su cornisa, un mascarón en el centro y coronado este conjunto por un arco carpanel volado, formando baldaquino. En la actualidad está forrándose toda la pared del fondo no ocupada por el retablo, con talla dorada. A continuación viene la última capilla consagrada antes a la Virgen del Rosario, patronato de los negros de la población. Probablemente tenía la misma imagen de la Virgen que hoy vemos en su retablo sencillo que se levanta de la mesa del altar con hermoso frontal de tres paneles tallados. Sobre tres ménsulas: la del centro larga y ancha, y las de los costados, pequeñas, se ostenta la imagen de la Virgen con San Francisco y Santo Domingo al pie, dentro de una moldura, acantonada por dos columnas salomónicas corolíticas que sostienen una cornisa con piñas colgantes que se interrumpe en el centro. Sobre la cornisa vuela un arco con remate floral y en el espacio así formado, se destaca la simbólica paloma del Espíritu Santo. Las capillas del lado de la Epístola, hasta 1650, eran cuatro: la de San José, la de Santo Tomás, la del Calvario, y la de Nuestra Señora. Entre las dos últimas estaba la puerta lateral de entrada a la iglesia en la Capilla que hoy pertenece al culto de San Martín de Porras. Veamos ahora cómo se encuentran aquéllas. La primera está dedicada a Santo Tomás de Aquino. Simula un gran baldaquino muy volado con piñas colgantes como adorno y tiene su interior de forma rectangular, muy ornamentado. Bajo ese baldaquino se hallan cuatro columnas salomónicas sobre mensulones que se asientan sobre la mesa del altar. El baldaquino tiene en su intradós la figura de un arco carpanel y en su trasdós, la forma semicircular rebajada, rota en su clave por una convexidad de mismo perfil. Es un arco abocinado de tres porciones de círculo de las cuales, la de la mitad se ha invertido. Sobre ésta se ha colocado, como

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adorno, un escudete formado por cuatro cabecitas de querubín y cuatro rosetones intermedios.

La Flagelación. Cuadro de autor desconocido que se halla en la escalera principal del Convento de Santo Domingo El siguiente retablo que estaba antes consagrado al Calvario y luego, hasta hace poco, a Santo Tomás, se le ha dedicado hoy a la beata Mariana de Jesús. Tiene su mesa de altar un frontal a paneles bien tallado. El basamento, en su parte central, es de planta piramidal y, a sus flancos, lleva cuatro bases donde descansan cuatro columnas salomónicas adornadas de un cordón de flores en la curva cóncava. Sobre las columnas, un gran cornisón rehundido en el centro y, encima, un frontón circular interrumpido y ribeteado con hojas. De todos los retablos de esta iglesia, es éste el que tiene más relieve y más fuerte claroscuro. Aun con el lienzo del fondo, forma por sí solo un verdadero nicho. Luego viene el retablo consagrado a San Francisco con una mesa de altar semejante a la anterior. Sobre ella se levantan, de cuatro ménsulas, cuatro hermosas columnas salomónicas corolíticas unidas en su parte superior por una cornisa de gran vuelo con piñas colgantes, encima de la cual se extiende

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un gran arco con cornisa ribeteada de grandes hojas y que termina en la clave como un arco florenzado gótico, pero muy puntiagudo, con una piña como remate. Las dos últimas capillas están destinadas al culto de San Martín de Porras y al del Arcángel San Miguel, cuyas imágenes en lienzo se hallan en sus respectivos retablos. El de San Martín es muy sencillo. Sobre dos columnas salomónicas que se alzan de unas bases abultadas, se halla una pesadísima cornisa coronada por alto remate compuesto, a manera de frontón, con varias líneas curvas dispuestas caprichosamente, formando un espacio en cuyo centro se ha colocado la cabeza de un querubín. La línea externa de ese remate lleva ribetes de hojas y, a los lados, pámpanos, uvas y una decoración lineal de caprichosas curvas. El retablo del arcángel San Miguel se desprende de un basamento de dos ménsulas chicas y una grande al medio, sobre el cual se halla la gran moldura del cuadro del Arcángel formada por dos pilastritas geminadas y decoradas con ornamentación de mueble, y dos columnas salomónicas corolíticas con un enorme cornisón abocinado encima, que sube, en su parte media, formando un arco mixtilíneo con ribetes y piñas colgantes. Hoy están embelleciendo esta capilla, como otras más, dotándolas de una buena mesa de altar con finas tallas y forrando el muro del testero no ocupado por el retablo, con aplicaciones de madera tallada. La capilla de San Martín, fue primitivamente dedicada a una Cofradía de negros y mulatos que veneraban en ella a una imagen de la Virgen. Todos los cuadros de los retablos que dejamos descritos son mediocres obras de Luis Cadena, a excepción de tres: el de la Virgen que se encuentra en el último retablo del lado del Evangelio, obra muy antigua del siglo XVII; el del arcángel San Miguel, de Brígida Salas, y el de la beata Mariana de Jesús, de Víctor Mideros. Junto al arco triunfal del presbiterio, se han colocado hoy dos nuevos retablos, de línea y composición góticas, consagrados, el uno al Ecce Homo, la Virgen y San Pedro y el otro a San Juan Macías repartiendo limosna. Además, en la pared, junto a la entrada a la Capilla del Rosario, se ha levantado otro retablo consagrado a San Judas Tadeo, componiéndolo y ornamentando la techumbre y muros que le rodean, con un sentido más cuerdo de la realidad del arte tradicional quiteño. Tiene la mesa del altar su antipendium de arquería con columnas salomónicas y un retablo de dos columnas salomónicas geminadas con un entablamento, frontón circular interrumpido o roto, volutas a sus costados y un querubín en la clave. Todo, sobre un estilobato con ménsulas. El forro de la techumbre y de los muros, a paneles.

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CAPITULO IV. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 5.

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6. 7.

CONCLUSIONES La orden de dominicos defendía a los indios de los encomenderos. La Iglesia de Santo Domingo tiene gran riqueza histórica, arquitectónica y cultural. La intervención y ayuda de los propios Dominicos en la construcción de su iglesia hizo posible que está se realizara. Las ornamentas internas que tiene la iglesia la hace de belleza única. La Iglesia de Santo Domingo tiene gran importancia social y religiosa. RECOMENDACIONES Visitar y conocer la historia de la Iglesia de Santo Domingo. Apreciar y valorar todas las iglesias de nuestra ciudad. Mayor difusión y promoción turística de las iglesias del Centro de Quito que son poco conocidas. ANEXOS

Iglesia Santo Domingo

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Fachada de la Iglesia

Puerta, Mampara, Columnas

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Interior de la Iglesia

Altar

San Vicente Ferrer 22

Señor de la Divina Justicia

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San Judas Tadeo

8. Bibliografía Eguiguren, P. G. (1999). Convento Máximo de Santo Domingo. Quito. Navarro, J. G. Contribuciones a la Historia del Arte del Ecuador. Quito. Vargas, J. M. Patrimonio Artístico Ecuatoriano. Quito. Vargas, J. M. (1944). Arte Quiteño Colonial. Quito.

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