La Certeza Sensible Hegel

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE FILOSOFÍA PROGRAMA DE FILOSOFÍA SEMINARIO LA FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU PRIMER SEMESTRE DE 2014 Prof. Franco Alirio Vergara Brian Felipe Díaz Vargas

Sobre la Certeza Sensible En ningún libro de filosofía encuentro su orden o disposición irrelevantes, por esta razón presto especial atención a la manera en que Hegel dispone y presenta su Fenomenología del Espíritu. El presente escrito pretende un acercamiento existencial al capítulo que abre su obra más conocida, aquel trata sobre la Certeza sensible. La pregunta guía, bajo el enfoque mencionado, será: ¿Por qué inicia aquí el discurrir sobre el camino de la conciencia? Cualquier camino implica un punto de partida, un inicio. Sin embargo, como vimos en la introducción, no nos acercamos al camino de la conciencia desde fuera de él, ya estamos recorriéndolo. Es por ello que es menester tener en cuenta que para nuestro tema en cuestión existen distintos acercamientos: en la lectura de Hyppolite, por ejemplo, en este capítulo se realiza, entre otras cosas, una certera crítica al idealismo; en el cual sus doctrinas no justifican el camino histórico de la conciencia, por lo que niegan todos los presupuestos históricos y pretenden ser verdades inmediatas. Aunque comparto y respeto el acercamiento académico-filosófico de los distintos comentaristas, creo que con aquellos enfoques y análisis, se tiende a olvidar el carácter práctico y existencial que Hegel propone, a saber: que la conciencia debe ver su propio camino, y al hacerlo recorrerlo, la manera de su proceder es el caminar por el camino, la vida. No obstante, de manera procedimental, Hegel parte del análisis de la conciencia en su estadio más simple y primitivo. La certeza sensible es entonces el punto de partida de la exposición en el camino que Hegel traza, y que será/es nuestro camino. Aquella, se pretende como la más concreta y la más rica, porque, al no estar aún mediatizada por ninguna elaboración conceptual, aspira estar en la cosa misma –la vida–, sin perder de ella ni un detalle, aspecto, o determinación. Me parece en este punto que Hegel apunta y se refiere a la opinión común de vivir la vida sin pensarla, es decir, una vida que se guía

meramente por la intuición y la experiencia; y creer que estas últimas determinan y capturan totalmente su verdad, incluso su esencia. Conforme a aquella opinión común, si digo que ''la vida es una lucha por el reconocimiento o por el poder'', por ejemplo, en el concepto que estoy enunciando, sacrifico una multitud de aspectos de la realidad. Bajo este punto de vista –el de la Certeza sensible–, la única manera de no perder nada de lo real es señalarlo en su absoluta individualidad: “esto”, “esto, aquí, ahora, es”. Así pues, la conciencia, persiguiendo no cercenar la riqueza inasible de la realidad bajo la imposición de los conceptos, cree encontrar en cada cosa su individualidad sin confundirla con las demás. Sin embargo, frente a lo dicho, la estrategia central de Hegel en este primer capítulo es discutir que lo que la Certeza sensible creía ganar con la experiencia pura no es la particularidad distintiva de la vida sino su carácter más abstracto y universal. Entonces, la aprehensión, característica esencial de la Certeza sensible, no tiene ninguna ventaja sobre la comprensión a la que el filósofo nos invita. En este primer capítulo creo ver la invitación de Hegel a pensar, invitación que determina toda la Fenomenología del Espíritu. Al pensar la Certeza sensible nos dimos cuenta que pretende nombrar lo más concreto, pero que en realidad está nombrando constantemente una totalidad indiferenciada: el ser, el puro ser. Esto último Hegel lo entiende como lo puro indeterminado. En el aspecto práctico-existencial, guiar nuestra vida por la certeza sensible, y por sus supuestos, según interpreto a Hegel, encierra múltiples contradicciones: el pensar nos permite dar cuenta que aquella forma de vida que se pretendía la más rica, es, en realidad, la más pobre; se pretendía la más concreta, y es, en realidad la más abstracta. De esta manera, mi conclusión al leer este primer capítulo es que la vida requiere una apropiación comprensiva –en el uso hegeliano– de ella misma.